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Badajoz, una parte importante de su ciudadanía a partir de diciembre, ya no pensó en nada que no fuera el Carnaval. Su alto índice de paro coadyuva a este género negro que es el Carnaval.

Cáceres entra en otra dinámica no tan preparada. El botellón de la plaza Mayor es semanal e inamovible. En Badajoz, el botellón está más desparramado, y sus ciudadanos huyen el viernes como poseídos para que se concentre en un núcleo de la capital semivacío. Sólo la calle se llena de desesperados que sufren una transformación en el desfile a la brasileña, pero por lo decente.

La rijosidad del Carnaval es cuando llega la madrugada y no has ligado ni con tu sombra. La gente hace sus necesidades por las esquinas o en las traseras de la Delegación del Gobierno. Curioso. El mundo va a su aire pero la guardia urbana, o sea Sardiña dixit, asegura que hubo 5.000 mil que escucharon a un tal Antonio Hidalgo de cuero negro, y en la manifestación contra la guerra hubo mil quinientos. La ciudad prefiere la guerra, explicando un poco la que hubo aquí en el 36. La guerra en realidad para Bush y Aznar son fuegos artificiales. Todo es un gran botellón , pero diario. Elvas la ciudad hermana, hace el desfile el martes.

Cáceres también pierde los estribos, pero es con el Womad y cuando baja la Virgen de la Montaña a bendecir a Saponi, que los ojos se llenan de lágrimas y se le pide misericordia. Cáceres es más señorial y Badajoz más hortera, que le llegan parceleros de todos sus contornos. La vela en Cáceres produce recogimiento y el bombo sólo se utiliza para el himno nacional. Franco dejó esta huella indeleble. EL PERIODICO EXTREMADURA pone un contrapunto entre Mediero incontinente y la continencia hecha periodismo de Buenadicha. El diario del grupo vasco no se sabe por dónde pajea porque le da igual las dos proposiciones de la ONU. No distingue la guerra de la paz posible. Todo es Aznar en el horizonte. Hasta los burros aznarizan o rebuznizan, ustedes perdonen.

El año que viene se repetirá la historia, con Celdrán de Lope de Vega.