Dramaturgo

Ya se sienten los runrunes de los tambores y se adivina el balanceo de las caderas que convierten a Badajoz en carioca y coplera, en irónico rincón de ironías y urinarios. Más de una máscara deambula por sus calles deseando que llegue el pregón para dejar ver el rostro de quien lo porta. ¿O no es ése el auténtico sentido del Carnaval? Más de un rostro deambula implorando al maestro Ferrera que diga lo que quiera desde el balcón del ayuntamiento cuanto antes, para salir a la luz, sudar a piel desnuda y decir: "Señoras y señores, aquí está el auténtico perfil que tras mesas, confesionarios, garitas, mostradores, consultas o barracas de feria, se esconde bajo máscaras de honorabilidad, autoridad y respeto".

Llega el Carnaval de Badajoz y se marcha Badajoz de Carnaval. En tiendas de aventuras se publicitan excursiones a Asturias, rutas por los Pirineos, vuelos al Caribe o visitas en Mallorca. Llega el Carnaval a Badajoz y pilla en Kenya a Muñoz Sanz luchando contra la máscara del sida que oculta el rostro de la miseria del mundo (bajo la máscara de guerrero patriótico, Aznar oculta un rostro impasible ante el hambre). Llega el Carnaval a Badajoz y se marchan de campaña electoral los candidatos, algunos de ellos con la máscara recién estrenada de reformismo centrista y otros con el rostro arañado por la traición oculto con las vendas de los viejos faraones. Llega el Carnaval a Badajoz y se marchan de Badajoz los que pregonan un Carnaval de promesas: "Para marzo llegará el progreso que no llegó antes porque no nos dio tiempo". Buena careta la de reidor, inconfeso y mártir. Oculta vicios ocultos y asoma deformada la auténtica imagen de quien la porta: una calavera.