Santiago Carrillo es un personaje histórico, que se resiste a entrar en la historia. De aspecto venerable, hablar sentencioso y pasado discutible, dicen unos que fue ejemplar en la Transición y otros que la Transición fue ejemplar con Carrillo. Es cuestión en la que no se alcanzará consenso. Ahora que están cambiando el nombre a muchas calles en virtud de la Memoria Histórica, no consta que en Paracuellos hayan propuesto ninguna con su nombre. De vez en cuando aparece en televisión impartiendo doctrina con aire de abuelo cariñoso, que dice lo que le peta y al que queda poco para el último viaje. También concede entrevistas. No hace mucho afirmaba que no se deben abrir las fosas porque el tiro puede "salirnos por la culata". En la última que le he leído sostiene que fumar es bueno para el cerebro y que no se arrepiente de nada porque él es ateo y el arrepentimiento una noción religiosa. En este punto, que no en otros, yerra en mi opinión, y desmiente a la sabiduría popular para la que rectificar es de sabios. También se contradice el anciano porque admite cierto pentimenti al añorar a Suárez o a la Pasionaria quizá con el ánimo de decirles cosas que nunca les dijo aunque a tenor de sus declaraciones no serían: "perdón". Humildemente creo que en estos momentos en que, por ejemplo, algunos diputados no quieren ver ni en placa a sor Maravillas , no porque fuera una ídem con los pobres, sino porque era sor, cuando un escritor como Juan Manuel de Prada , entre blandito y prepotente defiende que los socialistas son unos ignorantes sectarios o un cantante comprometido como Paco Ibáñez grita con pinta de enajenado que los del PP son todos franquistas torturadores además de hijos de puta, quizá conviniera de una vez dejar de crispar, abrir las fosas para enterrar el odio y honrar a los muertos, conjurar nuestros fantasmas, pedir perdón, saber perdonar y con reparación a los ofendidos y humillados pero sin revanchismos repetir con Blas de Otero un definitivo: En el nombre de España, Paz.