No es lo habitual, sentimientos tan claros como incuestionables con ningún tipo de vecindario. Pero así surgió. Este viejo país de menos de diez millones de habitantes, pegado por las costuras al nuestro, de arriba abajo costero, turístico y alentejano, de voz baja y costumbres antiguas, educado, hospitalario y respetuoso, de colores azules y blancos en las fachadas, industria textil en su momento de desaforado consumo y una cocina digna de tenerse en cuenta, es también un lugar pacífico --evito la pedantería de enumerar sus kilómetros cuadrados, sus años de independencia, sus conquistas y reconquistas, las décadas de sometimiento español, las sombras de sus reyes opresores, fechas y contiendas perdidas o ganadas-- en el que han nacido artistas, poetas, escritores extraordinarios e inolvidables --incluso futbolistas..--, donde viven pescadores de redes echadas a diario al mar, tranquilos habitantes de ciudades, pueblos o aldeas que piden sus tacitas de café con calor o con frío, y que seducen sin un gesto especial a sus visitantes de los cinco continentes.

Seducida estoy. Ocho letras puestas en ese orden y lo atravieso de un lado a otro a lo largo de un año y del siguiente. Como una nube, cuando Portugal es el viento.

María Francisca Ruano **

Cáceres