LOS POLITICOS

Aire dormido

José Gordón Márquez

Azuaga (Badajoz)

No le pusieron Tomás por un miembro del grupo apostólico --ya sabemos, el apóstol incrédulo--. Se lo pusieron por un hermano de su madre asesinado en la Guerra Civil. Y en este caluroso día del mes de junio, sobre las cinco de la tarde, le vi venir por la acera solitaria y comercios cerrados, con pasos lentos y apoyado en su bastón; sustentado su pensamiento con el recuerdo de otros pasos más ágiles en tiempos ya pasados, ausentes y perdidos. Se eclipsó el fulgor desnudo y el mirar sus ojos la tierra iluminada; su aliento, en aliento adormecido. Cansado, recostó su encorvado cuerpo sobre la pared. Una gorrilla de visera protegía su cabeza. En la distancia, vi su sien derecha pincelada de plata, claro estigma de la edad. Percibí también de lejos su mano temblorosa sobre el bastón. ¿Adónde iría? Quizás a ninguna parte en concreto. Su figura, por un momento, plasmó en mi mente la de un viajero en un andén en espera estéril para subirse en el vagón de un tren que nunca pasará. O tal vez me equivoco, y esperaba ese tren sin retorno que un día, todos hemos de coger. Al llegar a su lado nos saludamos: --¿Hombre, Tomás, cómo estás? Y me respondió: --Ya ves, hecho una calamidad. --Bueno, hombre, hay que seguir adelante. Hizo una mueca como diciéndome: --Qué remedio me queda.

Mientras hablábamos, mirándolo a él yo vi mi propio rostro en nítido espejo. Mostrando su frente los surcos de la piel, sus manos arrugadas, venosas y oscuras, su imagen la hacía mía de aquí a pocos años (si llego a vivirlos) viendo su deterioro como un mal inevitable. Su faz me hablaba sin palabras, en secreto, confidencial. El me observaba. Me sacó de estos pensamientos el inesperado llanto de un bebé que una joven madre atendía y llevaba en un cochecito azul. Me alegré. Cuando íbamos a despedirnos siguiendo cada cual nuestro camino, se acercó a nosotros una muchacha repartiendo propaganda electoral de la coalición Unidos Podemos. Tomás dijo con gracia: --¿Para qué me dais esto, si ni en mi casa tengo ya ni voz ni voto? ¿Podemos?... Yo ya no puedo con nada hija mía. Nos reímos los tres de su ocurrencia. Me dijo: --José, no confíes en ellos. Son todos unos sinvergüenzas y unos corruptos que sólo buscan su bienestar. Le puse la mano al hombro y nos despedimos. Me alejé pensando en estos políticos prohombres que desde lo alto de sus pedestales llenos de autoridad, llenan a la vez sus arcas engañándonos con solucionar nuestro futuro y perdiendo el tiempo en lanzarse dardos envenenados unos a otros. Rajoy dice de los de Pablo Iglesias: "Quieren liquidarlo todo y si les dejamos, van a hacer mucho daño a nuestro país". Pablo Iglesias deja caer: "Cada vez que tengo que hablar de Rajoy me entra la risa". Y en una carta al El País alguien comenta: "He visto un vídeo en el que Pedro Sánchez se limpia la mano después de dársela a una familia negra y he sentido vergüenza". Pobre España. ¿Qué manos la gobernará después de las votaciones?