PENSIONES

El servicio militar y la jubilación

Antonio Gómez. (Tarrasa)

Hace ya tiempo, y por razones obvias, la mili dejó de ser un tema de actualidad, lo que no significa que no lo sea para los que la hicimos. La situación económica y especialmente la laboral hace que los de mi generación, obligados a jubilarse por falta de empleo, recuerden el servicio militar obligatorio y la consiguiente pérdida de cotización a la Seguridad Social. La ley 27/2011, de 1 de agosto, sobre actualización, adecuación y modernización del sistema de Seguridad Social contemplaba el cómputo del periodo de servicio militar o prestación social sustitutoria como periodo cotizado a efectos del cálculo de la pensión de jubilación. Según la misma, «el Gobierno presentará, en el plazo de un año, un proyecto de ley que establezca un sistema de compensación a la Seguridad Social para que pueda reconocerse un periodo de asimilación del tiempo de servicio militar obligatorio o de prestación social sustitutoria que compense la interrupción de las carreras de cotización ocasionada por tales circunstancias, acorde con los incrementos que, en el ámbito de la contributividad, se producen en esta ley, y con la sostenibilidad del sistema».

Sin embargo, esta disposición está paralizada y el año 2017 no fue el de su implantación, y sigue sin serlo, según lo recogido en el proyecto de Presupuestos Generales del Estado del 2017. Por lo tanto, la norma que permitiría el cómputo a todos los efectos del periodo de servicio militar obligatorio o prestación social sustitutoria se mantendrá sin efecto un año más a la espera de un desarrollo reglamentario definitivo. Ya no parece preocuparle a nadie, solamente a cada uno de los anónimos individuos que fuimos obligados a enrolarnos y ahora obligados a no poder trabajar.

PACTOS ELECTORALES

Manipular la voluntad popular

Ángel Lapiedra (Girona)

Aunque en algunos ayuntamientos pueden llegar a ser imprescindibles los pactos, en otros -demasiados, en mi opinión- es una práctica cada vez más habitual manipular la voluntad popular para intentar cambiarla abruptamente, a veces con giros ideológicos y/o programáticos a los antípodas de los pretendidamente vencedores y democráticamente escogidos por una gran mayoría de personas. Los políticos que se prestan a ello parece que responden a una mera estratagema de asalto al poder al precio que sea. Y todo, además, sin consultar previamente a su electorado si desearía o no que se produjera un acuerdo u otro. En estos casos, me atrevería a proponer una segunda vuelta electoral al estilo de muchos países de nuestro entorno. Una votación con tan solo las dos -o más- candidaturas finalistas, para provocar un tipo de desempate y así decidir quién mandaría. No podemos presumir de llamarnos demócratas decidiendo quién gobernará a espaldas del pueblo