Guerra civil

Cerebros perturbados

Pedro Forment Dólera // Murcia

Propongo crear en Badajoz, Belchite, Gernika, la comarca catalana de las Tierras del Ebro, Brunete, Guadalajara o en Teruel un museo-cementerio-memorial histórico dedicado a la guerra civil de 1936 a 1939 donde por fuerza y por ley sean enterrados e inhumados los restos mortales de los más grandes criminales causantes de nuestro conflicto civil, siendo estudiados científicamente los restos de sus retorcidos y perturbados cerebros y siendo estudiada concienzudamente su salud mental.

Los restos de todos estos grandes genocidas serían los de: Francisco Franco, Emilio Mola, Sanjurjo, Azaña, Dolores Ibarruri ‘La Pasionaria’, Durruti, Ascaso, Yagüe, Negrín, Lluís Companys, Casado, Miaja, Saliquet, Rojo, ‘El Campesino’, Atadell, Largo Caballero, Alfonso XIII, Miguel Primo de Rivera, José Calvo Sotelo, José Antonio Primo de Rivera, Valeriano Weyler, Millán Astray, Severiano Martínez Anido, Queipo de Llano, el ‘conde Rossi’, Carmen Polo, Yagüe, Goded, Kindelán, el obispo Mateo Múgica, el propio papa fascista Pío XII, Ángel Sanz Briz (que salvaría a 5.000 judíos pero seguro que también asesinó a 5.000 extremeños, vascos, catalanes y republicanos españoles en general entusiásticamente a las órdenes de Franco, Mussolini y Hitler), el obispo Pla y Deniel, el entonces arzobispo de Toledo que solo en 1930 ganó 800.000 pesetas de la época, Pemán, Negrín, Juan de Borbón y Battenberg, Fernández Silvestre, Berenguer y tantos otros genocidas de ambos bandos cuya salud mental deja mucho de considerarse digna de imitación y de la que deberían estudiarse sus orígenes y sus causas.

En ese memorial ocuparía un puesto de honor el más criminal, el más asesino y peligroso de todos: un tipo actualmente muy querido y admirado en Mallorca del que sus herederos dominan la vida social, económica, política, bancaria y financiera de las Islas Baleares: Juan March y Ordinas.