FALTA DE ACUERDOS

Política española: donde el que gana... no gana

Ángel Morillo Triviño // Castuera

Debido a esa injusta y, por consiguiente, poco o nada proporcional Ley de D´Hont, que favorece descaradamente a los partidos más votados, en este país ocurre el anacronismo de que en muchos casos --cuando no hay mayorías absolutas-- gana unas elecciones quienes no han ganado en las urnas. Algo que, sencillamente, supone que, como dijo El Roto: «A partir del recuento de votos, los votantes ya no cuentan».

Además, de que una gran cantidad de votos van directamente al contenedor sin que para nada sirvan, y de que un escaño cuesta «siete veces» más en unas comunidades autónomas que en otras, lo que no deja de ser algo totalmente discriminatorio.

Un diputado extremeño lo es con pocos votos, pero no sirve de nada; como, reiterativamente, hemos comprobado desde 1983 y recientemente con el tema de los trenes y las vías de la época del General Luxán. Nuestros representantes en el Congreso de los Diputados y en el Senado pintan menos que un pastel en la puerta de un colegio.

La política española, a un servidor --que ya tiene sus años-- le recuerda las películas de Tony Leblanc, Pepe Isbert, Manolo Gómez Bur y tantos y tantos cómicos inigualables que se reían de su propia sombra y convertían las paradojas de la vida en comedias de humor que nos hacían olvidar las vicisitudes, que en su tiempo, por desgracia, eran muchas.

También hay que recordar al genio del humor Miguel Gila, que, tras su exilio, nos alegró muchas horas haciendo caso omiso a las advertencias del Régimen y criticando, con gran ingenio, sus miserias. Como, por cierto, está ocurriendo ahora --lástima que no haya otro Gila-- cuando se habla de pactos y acuerdos o gobiernos de coalición, donde es evidente que, sin más ni más, los políticos que no han ganado, pero que tienen la sartén por el mango, actúan del mismo modo que Gila relataba: ¡Me meto!, ¡no me meto!, ¡me meto! Me metí… y la paliza que le dimos entre todos.

Uno se pregunta: ¿Cuándo se va a cambiar esta injusta Ley Electoral para que el voto de todos los españoles valga lo mismo? ¿Cuándo se va a tratar de evitar, con la proporcionalidad justa y necesaria, que quienes rijan los destinos de los españoles sean los que ganan y no los que se «arrejuntan» para pegar la paliza? No es medianamente justo que llevemos meses pagando a un enjambre de caras duras que no se ponen de acuerdo porque sus partidos (de los que son «dueños» la Sra. Botín y el resto de congéneres del Ibex-35) no aceptan nada que huela al más elemental de los progresismos. Estamos en el siglo XXI, ¿lo sabrán estos pollos?

¿Cuándo se va a terminar esta vergüenza que lo único que está consiguiendo es que aumenten cada vez más el número de millonarios, que va ya por los ¡224.300! y subiendo, mientras más de 11 millones de trabajadores son pobres aún teniendo trabajo? ¡Cuándoooooooooooo!