exhumación

Franco y la tibieza de la derecha

Miguel Fdez-Palacios Gordon

Madrid

Cuando los tres poderes del Estado coinciden en la necesidad de la exhumación del dictador, va la derecha y reacciona de manera indigna incapaz de zanjar con su añorado fantasma totalitario. Vox, lo hace con su esperado y correspondiente exabrupto; aunque lo sorprendente a estas alturas -no por falta de antecedentes sino porque ya avanza a velocidad de crucero el siglo XXI- es la frialdad y el arrastrar de pies de Cs y PP, partidos que se dicen constitucionalistas pero niegan la verdad histórica -sin ella no hay resarcimiento a las víctimas- de que Franco no merece honores de Estado por ser el responsable de un levantamiento militar contra un gobierno democrático que le hace culpable de la muerte de cientos de miles de personas de ambos bandos y que prolongó otros 36 años la represión por medio del terror sanguinario para silenciar la disidencia y subyugar a las mujeres al rol de «recatada ama de casa». Apostillan que solo se busca el electoralismo y el volver a enfrentar a las dos Españas, algo necio porque si la familia Franco no se hubiera opuesto, hace ya un año que estaría fuera del Valle. Terminan, con altivez, que ellos miran al futuro -sabiendo que permanecen entumecidos por el lastre de su pasado franquista- para no reabrir heridas, soslayando la obligación de cerrar las humillaciones a las víctimas.

Y por favor, apresúrense en sacarlo que tras el 10-N, y con la venia de la derecha, podría permanecer otros 44 años en Cuelgamuros, según ya ha manifestado Casado.

bartleby

Negatividad

José Antonio Barquilla Mateos

Huertas de Ánimas

Quiénes hayan leído el cuento Bartleby, de Herman Melville, se han percatado de que el triste amanuense mostraba un resignado y abatido descontento en su figura y en su actitud. No era una protesta clamorosa contra el mundo, sino una deprimida y desmayada súplica que no esperaba consuelo alguno. Y esa es una actitud un tanto genérica, bastante extendida en nuestra sociedad. Nos quejamos de muchas cosas, sí, pero de forma pasiva, y no vemos el lado bueno de las cosas. Ni vemos que la felicidad es como un sueño, o como pedazos de gloria que se esfuman como pétalos de rosas en alas del viento.

Pero nos quejamos en cambio de lo mal que están las cosas, y tampoco es eso. Lo que podamos hacer para que vayan mejor, hagámoslo, y lo que no esté en nuestra mano componer es mejor que lo encomendamos a quienes puedan componerlo, o a la divina providencia, sin hacer críticas que no van a encontrar eco alguno.

Negatividad es lo que a menudo destilan las palabras de gente ociosa, indignadas con lo que ocurre en nuestro día a día. Nadie niega sus razones, pero, ¿pueden arreglarlo?. Porque si pueden está muy bien, pero si no es así, de nada sirve, o sirve tanto como hablar del tiempo. ¿Podemos cambiar el tiempo? Pues entonces...