Agradecimiento

Familia Tejada-Fernández

Cáceres

Agradecemos de todo corazón el trato recibido en las urgencias del Hospital Universitario de Cáceres el pasado día 20 de septiembre como a todo el personal de la planta de medicina interna del Hospital San Pedro de Alcántara por la dedicación que han tenido hacia mi padre durante los días de ingreso en dicho Hospital, al técnico de ambulancia por la prontitud en el traslado, a los celadores por la premura en subirlo a planta a las/los auxiliares de clínica por tantas veces como le cambiaban para que estuviera más cómodo, a las enfermeras/os por tantos cuidados y paciencia con un paciente en ese estado, a la enfermera supervisora de planta por tenernos en cuenta y por supuesto a los doctores que intentaron hacer lo posible por sacarle adelante con su ánimo y tesón aunque estuviera escrito su destino, también a los administrativos por tanta lata que les hemos dado incluso al personal de seguridad por tantas idas y venidas.

¡Muchas gracias a todos!

Economía

¿Cantidad o calidad?

Araceli Palacios Alfonso

Zahínos

Vivo en Zahínos, el pueblo con la renta per cápita más baja de España, y aunque no me he caído de un guindo y soy plenamente consciente del estado de abandono y desidia al que nos tienen sometidos, de que Leda está en peligro de extinción, de que un pediatra es una utopía y de que estar en paro aquí es genético, tengo un problema muy gordo: no me siento tan pobre como dicen que soy.

Y aunque los directores de los bancos no me hacen la ola, no tengo coche, uso ropa barata, y mañana comeré las lentejas que me sobraron de antes de ayer, sigo sin sentirme pobre.

Ni mientras tecleo esta noche estas palabras en el ordenador (también prestado), recostada sobre la cama limpia de la cómoda y fresca habitación de una casa grande, blanca y (sobre todo) libre de hipoteca, me siento pobre. Ni cuando paseo tranquilamente por la calle a cualquier hora del día o de la noche. Ni cuando los que pasean son mis hijos. Ni cuando hago pisto con las verduras del huerto de mi padre. Ni cuando enciendo la barbacoa para asar un secreto ibérico en el mejor carbón de encina. Ni cuando observo las constelaciones que se me quedan atrapadas entre los muros del patio. Ni cuando no me salto una la siesta. Ni cuando, por sorpresa, canta a un ruiseñor en el naranjo. Ni cuando mi hija va andando al instituto. Ni cuando sé tengo un vecino que, aunque me critique, me socorrerá ante cualquier percance. Ni cuando alguna anciana me nombra por el mote de mis abuelos. Ni cuando hago senderismo en la primavera de la dehesa. Ni cuando tengo tiempo para leer. Ni cuando tengo tiempo.

A decir verdad, después de repasar lo escrito, no es que sea incapaz de sentirme pobre, es que casi me siento rica. No obstante, me temo que mi riqueza, como la de mi pueblo, no se mide en cantidad, sino en calidad. No sé si en Pozuelo de Alarcón (el pueblo más rico), dispondrán de tanta calidad como en Zahínos, pero de una cosa estoy segura. Y es que de que si cataran unas tapitas de morcón casero y unas cazuelitas de gurumelos, en la tranquilidad de un mediodía zahinero, se les iban a caer unos lagrimones como puños y, si se da el caso, la aporofobia.