Navidades

Voy a desconectar

Ioana Melinda Finatan - Estudiante

Cada vez nos relacionamos menos con nuestro entorno. Cada vez conocemos menos a las personas que nos acompañan en el camino de nuestro día a día. Vivimos absortos y abducidos por las tecnologías. Sabemos mucho sobre las aplicaciones de moda en internet, o sobre las personas célebres y youtubers pero, ¿y de todo aquello que nos rodea?

Actualmente, podría decirse que no conocemos a nuestros familiares o a nuestros amigos, no sabemos lo que les gusta o, simplemente, desconocemos algo tan básico como el trabajo exacto de nuestros padres, o el grupo de música preferido de nuestros hijos. Estos ejemplos, llevados al extremo, han sido provocados por la manera como las personas hemos adaptado las tecnologías a nuestra vida, poniéndolas siempre en primer lugar, y no dándonos cuenta de que primero vamos nosotros y las personas que nos rodean de verdad, y no de forma virtual.

La tecnología nos aporta rentabilidad en muchos aspectos, pero hemos dejado de saber utilizarla de forma productiva. Hay que saber darles un buen uso y utilizarlas en nuestro propio beneficio, que está muy lejos de dedicarle todas las horas de nuestro día.

Esta Navidad deberíamos desconectar de la tecnología para volver a conectar con nuestros seres queridos, para pasar más tiempo en familia y dejar a un lado los teléfonos móbiles y las tabletas. Todavía está en nuestras manos frenar el desvanecimiento de la interacción social cercana. Yo lo haré, voy a desconectar.

Menos es más

Alba Lizondo - Estudiante

Atención a las personas que estén leyendo esto, es su día de suerte: conozco el secreto de la felicidad y voy a compartirlo. Se trata de mantener las expectativas bajas, o de no tener expectativas en absoluto.

Hoy en día existen miles de oportunidades y opciones, y los millones de marcas que nos rodean se encargan de asegurarnos que con ellas podremos conseguir lo mejor, aquello que nos sacará de nuestras penurias, que hará que nuestros días sean felices y perfectos. Todo este pensamiento en el que «siempre hay algo mejor» es lo que nos provoca tantos quebraderos de cabeza y hace que nos podamos sentir deprimidos, contagiándonos de la temida ansiedad.

Antes, cuando el mundo no estaba plagado de tantas posibilidades superfluas que «iban a hacer nuestra vida mejor», aceptábamos las cosas tal y como eran, y como no teníamos expectativas de nada, era muy fácil que la vida nos sorprendiera gratamente.