Daños

colaterales

En estos días hemos visto la noticia de varios periodistas muertos en la guerra de Irak, entre ellos dos españoles. Han sido personas inocentes que cumplían con su trabajo tratando de informar al mundo lo mejor que podían sobre los horribles desastres que supone la guerra. A ellos, por estar metidos en el meollo de la batalla, le ha tocado perder. Y lo más escandaloso es que han sido las tropas aliadas (¿aliadas de quién?), las que han abierto fuego expresamente contra el edificio donde estaban los periodistas.

La verdad es que los testigos directos son molestos para cualquiera que intenta ir más allá de todo humanismo. La verdad es molesta para todo aquel que intenta convencer a la opinión pública con mentiras. Por eso los testigos de la verdad son eliminados. Y de eso se trata, por las buenas o por las malas, de apartar a todos los que puedan contar los horrores de esta injusta guerra ante la opinión pública mundial. Recuerdo una antigua canción francesa cuyo estribillo decía: "Celui qui dit la verité doit entre executé". El que dice la verdad debe ser ejecutado. Esto ha sucedido siempre a lo largo de la historia y, por desgracia, seguirá aconteciendo.

JULIAN DIAZ LUCIO. Cáceres

Contra la

pena de muerte

Hace unos días nos rasgábamos las vestiduras al saber que unos cuantos ciudadanos cubanos habían sido condenados a penas de 4 a 15 años "sólo por hacer uso de su libertad de expresión en contra del gobierno de la revolución". Por mis averiguaciones y conocimientos del Código Penal cubano, supongo que les habrán imputado o podrían haberles imputado los artículos 94.1 c), d), e), 95.2, 97, 98.2, 99, etcétera. En ellos se tipifican actividades de espionaje encaminadas a aumentar el número de "disidentes" internos y que se nutran los ejércitos "enemigos" de nacionales, revelar circunstancias que comprometan la paz interna, relación con servicios de inteligencia, incitar a las masas contra el gobierno, etcétera. En estos casos las penas oscilan entre 7 y 15 años.

Hasta aquí, lo normal: represión interna dura contra todo lo que se mueva dentro de un "régimen totalitario". Lo curioso es acudir a los artículos del "megademocrático" Código Penal español referentes a la rebelión: 472 y siguientes. La conducta típica en ellos redactada es la misma, más o menos, que los aplicables en Cuba a los casos citados. Pues bien, lo curioso, repito, es que aquí se cifra la condena entre 5 y ¡30! años de cárcel.

Con esto, lo que quiero poner de manifiesto es que todo estado, y España no iba a ser menos, tiene mecanismos que aseguren la normalidad-estabilidad constitucional. Estas medidas se acentúan de manera notable en casos de excepción y sitio, llegando a ser las que expone nuestra Constitución del 78 durísimas (el estado pasa a manos militares, aplicación del Código Penal Militar, supresión de libertad de movimientos, ninguna garantía en las detenciones, nada de libertad de expresión, artículo 55 de la CE). Con la CE en la mano, Cuba está bajo condiciones de estado de sitio, y no porque Fidel lo quiera... Pues bien, yo me atrevo a decir que en Cuba hay menos supresión de libertades que en España si estuviéramos en esa tesitura con la legislación actual.

No a la pena de muerte y menos en Cuba, no al bloqueo genocida, libertad para los presos cubanos en Miami.

ANDRES TALAVERO BLANCO. Cáceres

Va por ti,

Alí

Alí es un niño iraquí al que le cayó en su casa un misil inteligente de veinte millones de dólares durante la guerra de Irak. Ese ingenio de la sabiduría militar de Bush, mató a su familia y le dejó sin brazos, sin manos y con graves mutilaciones y quemaduras en casi la totalidad de su cuerpo.

Lo que a este niño le causó la guerra infame de Irak, me hace reafirmarme aún más en mi opinión sobre la injusticia y la inmoralidad de esta guerra ilegal desatada por Bush, Blair y Aznar, que usurpando el nombre de la libertad y despreciando el orden internacional detentado por la ONU, masacraron vil y de forma cobarde e ignominiosa a una población civil indefensa en cuyo seno crecía feliz o infeliz, pero sano e ignorante, el pobre Alí. Bendito seas Alí, niño del mundo, que ves truncado tu mundo por las caras e inteligentes armas del señor Bush en sus delirios de amo del mundo.

No espero, como así debería ser, que Bush, Blair y Aznar, tus verdugos, sean juzgados por una corte penal internacional imparcial que supiese juzgar lo que de juzgar hubiera en torno a sus taimadas intenciones y a sus viles actuaciones. Pero sé, si es que Dios existe, que Bush, Blair y Aznar, tus verdugos, habrán de ser juzgados también por él, y en todo caso, si es que ello no es así, la historia acabará finalmente por juzgarlos lo quieran ellos o no. Viéndote así Alí, en su actual estado, maldigo al imbécil que me dieron de presidente y me pregunto cuáles eran las razones para que él y su impresentable ministra de Asuntos Exteriores justificasen una guerra ilegal, injusta y desproporcionada como la que te causó a ti, mi desconocido Alí, tu visión aterradora sobre la realidad.

Va por ti, mi desconocido niño, quiero decirte que en lo que yo pueda, que presumo más bien poco, prometo que haré lo posible y si hubiese menester hasta lo imposible, para que quienes causaron tu infortunio paguen como sea, cuando sea y donde sea por los males que te han ocasionado a ti, y un mundo donde debiera imperar la libertad y la justicia.

JOSE ANGEL MARCELO DE AZA. Cáceres

Los buenos

y el odio

Ellos son muy buenos. Visten bien, aunque para ellos el aspecto es secundario. Lo importante es ser bueno, no enfadarse, no alzar la voz. Lo importante es sonreír.

Ellos, cuando estamos todos, guardan silencio o emiten esos hermosos juicios de verdad universal que suscribe la mayoría y arrincona al independiente, al extraviado, a la oveja negra. La cuestión es que son tan buenos que muchas veces piensan lo mismo que la amargante oveja, pero prefieren unir su voz a la masa, pues así hacen felices a más personas. Sí, definitivamente, los buenos son educados. La educación, la cortesía, es algo primordial para ellos. Puede que por circunstancias de la vida te estén arrancando a trozos la piel, para hacerse un hermoso traje, pero te la arrancarán con elegancia, con sutilidad, sin tirones, sin mancharse los guantes, sin que ello afecte a vuestra relación. Porque ellos te seguirán saludando, preguntando por tu familia, inventando piropos con los que arrancar tu sonrisa.

Ellos son tan buenos que, si piensan algo malo de ti, no te lo dicen por no hacerte daño, por no herirte. Ellos puede que te odien, pero se preocuparán porque no lo adviertas. Hablarán de ti, de cómo eres, de esas cosas tuyas que les molesta, de eso que es malo tuyo, pero lo harán en el hermoso recinto donde no hiere el puñal: la espalda.

DIONISIO LOPEZ FERNANDEZ. Cáceres