Fuego y desolaciónen Sauceda

Tras los destrozos del último incendio, Sauceda ya no es un paraíso, es la puerta de entrada a los infiernos. Rodeada de llamas por todas partes, la belleza y exuberancia de sus bosques linderos han quedado reducidas al áspero gris de un paisaje volcánico, donde los rescoldos siguen humeando, como cráteres adventicios, en medio de un dantesco panorama. Ya no son los horizontes verdes como antes, ni los tonos rosados del sol cuando se esconde. No bastó el ímprobo esfuerzo de los dispositivos y del personal antiincendios para frenar la catástrofe, pero al menos evitaron que la virulencia de las llamas, avivadas por el viento reinante, se cebasen en las casas, cocheras y corrales de la zona del arroyo, lo cual resulta de agradecer.

Tras el lógico nerviosismo inicial por el peligro que corrió el poblado, sólo dolor e impotencia sentimos todos los que amamos el incuestionable valor del paisaje, todos los que llevamos adherida muy dentro la querencia a la tierra...

Vergonzoso resulta que mientras la totalidad de los montes de nuestro término municipal arden por los cuatro costados haya gente que, posiblemente azuzada por defensores de los intereses económicos derivados de la diversión, se manifieste en protesta por la suspensión de las fiestas de Pinofranqueado. Mejor hubiera sido que se hubiesen venido a Sauceda por si se necesitaba de su colaboración. Si les queda un mínimo de sensibilidad medioambiental, ante el panorama amenazador que la tarde-noche ofrecía, seguro se les hubieran menguado los impulsos de protesta y los afanes de manifestación.JOSE LUIS SANCHEZ MARTIN.Sauceda de PinofranqueadoSobre la crítica almonólogo ´Misoginia´

La crónica de su periódico, el 8 de agosto, sobre la lectura dramatizada intitulada Misoginia , interpretada por Natalia Dicenta, acompañada por el rapero Rubén Díaz, sobre textos grecolatinos, adaptados por el autor de esta carta, a pesar de su tono, no creo que deba considerarse un gran ultraje, pues en ella el crítico da pruebas fehacientes de su presencia física en el anfiteatro, aunque su percepción, tan opuesta a la del público, haga sospechar si, por algún encantamiento, no llegó a presenciar la misma función. ¿No estaba quizá preparado Alonso de la Torre para recibir una clase por boca de una mujer? El profesor Alonso, como aquel perro de Fedro que bebía en el mismo arroyo que el cordero, movido por una insaciable voracidad de crítica sacó a relucir cuanto motivo de disputa halló en tan leve mensaje. Un centón que De la Torre dejó en un zurcido, eso sí, tan asequible como un texto de ESO, apreciación que me halaga, pues haber dejado tan próximos unos textos tan exóticos (y tan oportunamente silenciados), lo considero cuando menos un acierto.

Observador impertinente, siempre atento a las reacciones del público y a lo que pasa lejos de la escena, no se acordó de incluir en sus observaciones lo oportuno de la temática. Seguramente, porque lo supone un tema archimanido, ni por un momento se puso en la piel de una mujer, ni opinó sobre su pasado ensombrecido, ni hizo alusión a aquellas virtudes adulteradas por la historia.

En cualquier caso debo agradecer a Alonso muchas de sus atenciones. La primera y más importante, que se tomara la molestia de acudir al espectáculo, anotara, se forjara una opinión de él y escribiese la crítica que da pie a éstas y otras reflexiones. No parece que haya muchos como él dispuestos a salirse del quién, cuándo, dónde. La segunda: que diga apostar por las innovaciones y los retos, aunque se muestre incapaz de reconocerlos cuando los tiene delante.

Que me recuerde -para bien de mis reflejos- que aún quedan carcas (de mi edad) que se atreven a emular a aquel presentador de la TV norteamericana que trató de ridiculizar a Chuck Berry diciendo despectivamente y sin gracia aquello de: "¿A dónde van unos jóvenes que mueven las caderas cuando les dicen: auambam-buluba-balambambú?" EDUARDO SOTO. Valdecabras (Cuenca).