EJEMPLO DE SUPERACION

Roger, mi auténtico 'Wonder'

Marcos Vallecillo

Me satisface ver el éxito que ha tenido 'Wonder', el libro que relata la vida de un niño de 10 años con una malformación en la cara y su comienzo escolar. August, el protagonista, padece el Síndrome de Treacher Collins y mi hijo mayor, Roger, tiene este síndrome. Roger tiene 7 años y su malformación no es muy pronunciada, aunque sí visible. Lleva audífonos, tiene la oreja derecha un poco más pequeña y parte de los huesos de la cara hundidos. Roger ha tenido la suerte de que, por ahora, no ha tenido que pasar por el quirófano. Es un niño muy inteligente, tiene una vida normal y en el colegio es muy querido.

Nació en el Hospital Quirón y recuerdo que no pude entrar en el quirófano porque el médico de guardia que asistió a mi mujer me llevó a un pequeño cuarto frío y, sin ninguna delicadeza, me dijo que mi hijo tenía una malformación en la cara y se iba a quedar sordo y mudo. Fue uno de los momentos más duros de mi vida, pero cuando me lo mostraron me di cuenta de que era toda una bendición. No me separé de él en todo el tiempo que pasó en neonatos, porque mi mujer estuvo tres días en la UCI. Recuerdo que yo metía el dedo en la incubadora y él, con una gran fuerza, lo agarraba. Sé que llegará lejos.

DRAMA DE LA INMIGRACION

Europa no quiere quelleguen refugiados

María Rosa Camps

Algunos países europeos están pensando en confiscar los bienes de los refugiados que llegan en masa bajo el pretexto que deben contribuir a su mantenimiento y no sobrecargar las arcas. Esta decisión me avergüenza porque me remite a otras confiscaciones perpetradas a lo largo de la historia sobre pueblos y personas indefensas y necesitadas a quienes se les arrebataba lo poco que poseían. Los refugiados actuales huyen de una guerra cruel, pasan miles de penalidades, lo han perdido todo. ¿Es ético acabar de quitarles lo poco que conservan con la esperanza de rehacer sus vidas en esta Europa que no les quiere? Su riqueza se va a quedar igualmente aunque no la confisquen. A corto plazo gastarán sus ahorros para cubrir sus necesidades básicas y, a la larga, pagarán sus impuestos y reinvertirán estos ahorros.

Si la entrada de inmigrantes supone demasiado esfuerzo para las arcas nacionales, yo propondría asesorar a los que lleguen con recursos suficientes para que puedan mantenerse por sí mismos y destinar el dinero público solamente a aquellas personas que no dispongan de los mínimos para vivir dignamente. Que entre las pérdidas que genera la crisis no se cuenten la compasión ni la humanidad.