INVASORES

Movilmanía

José Antonio Barquilla Mateos

Trujillo

Los invasores de no sé qué planeta han llegado hace ya tiempo y no lo sabemos. Claro que el propósito suyo es que no sepamos quiénes son. Una cosa así como el demonio que se presenta con cara de ángel, que puede ser una mujer atractiva que seduce sólo con su presencia. Los móviles, esos que usamos o que usa la mayoría de la gente (porque un servidor no lo usa ni nunca lo ha usado), son los invasores. Los usuarios no lo saben, y por eso se dejan atrapar. Así que van como sonámbulos por las calles dirigidos por esos extraterrestres que poco a poco les están dominando. Los pocos que no usamos móviles, o que no nos dejamos usar por ellos, nos damos cuenta del personal dominado, o invadido. Van absortos por calles y aceras, por avenidas y paseos, como robotizados, utilizados, magnetizados. Esos extraños seres, esos invasores, utilizan a los humanos, en las comidas, en el baño, en la cama, en el trabajo, y hacen que tales humanos seducidos, que son muchísimos, lo dejen todo, si son requeridos por ellos. Los invasores emiten ondas perniciosas que perjudican a los humanos, los narcotizan, o los anulan. Pero los invasores, los móviles, son cosa modernísima, muy útiles y entretenidos, una droga casi indispensable ya. No los desapruebo porque no los utilice, porque no me utilicen, pero aún no quiero ser invadido por ellos.

FALSIFICACION

A la mitad de la película

Paula Rosales Muñoz

Madrid

Mucho tardaron los estadounidenses en reconocer que habían falsificado la historia, y empezaban películas por la mitad, cuando los malvados indios atacaban gratuitamente a los pacíficos cowboys. Se olvidaban que éstos antes habían invadidos sus tierras, eliminado sus búfalos, violado a sus mujeres y matado a no pocos de ellos.

También en España se sigue condenando la "perversa provocación" de quienes protestan por la presencia ilegal de una organización que mataba a sus dirigentes ideológicos o morales, no en el medievo, sino en vida de personas aún testigos de esas salvajadas.

Esa organización que, --aprovechando la más sangrienta y feroz guerra civil de nuestra historia--, impuso y mantiene contra nuestra Constitución en las mismísimas universidades públicas muchos centros de difusión de tan bárbaras doctrinas, directamente opuestas a las enseñanzas del Evangelio del que tienen la desvergüenza de apelar para justificarse.