Los exámenes

de recuperación

Ciertamente la decisión de realizar exámenes de recuperación de la ESO en junio o septiembre es una cuestión que suscita polémica, no en vano afecta a un sector social muy amplio. Esta decisión que es de una gran complejidad tecnicopedagógica, obviamente como todo el entramado educativo, no es posible desvincularla de la acción política. Llama la atención la osadía, de quienes intentan justificar la bondad de los exámenes en septiembre desde la simplicidad y carentes de argumentaciones de cierta rigurosidad técnica, echando mano de una política ramplona. Así ocurre con el artículo aparecido hace unos días firmado por mi apreciado LuisMa, que en su afán de nuevo meritorio político mezcla churras con merinas, confundiendo enseñanza obligatoria con no obligatoria, haciendo loas a una Ley de Calidad de dudosa calidad por cierto ni debatida y poco conocida, hasta el punto que él también parece desconocer y en la que en ningún sitio se afirma que los exámenes dichosos deben ser obligatoriamente en este o aquel mes. Así continua haciendo florituras políticas en su escrito, recurriendo a lo anecdótico con tratamiento de rigurosidad científica.

Sin acritud, conviene recordar que la evaluación forma parte del proceso de enseñanza, en consecuencia debe servir para educar en tanto que el examen, como prueba finalista, tiene un más que discutible valor educativo. En fin entiendo que hace falta un debate serio en la sociedad y entre los profesionales de la enseñanza, sin manipulaciones interesadas ni chascarrillos, poniendo encima de la mesa las razones que aconsejan la decisión más conveniente, a sabiendas de que no todos saldremos contentos.

FELIPE CARLOS LUCAS TREJO, maestro

asesor de Formación Permanente del

Profesorado. Mérida

Cáritas

de Plasencia

Las informaciones aparecidas en prensa en los últimos días sobre Cáritas en Plasencia son desde luego para dejar perplejo al personal. Uno no se explica cómo es posible que en una ONG como Cáritas se puedan dar semejantes despropósitos. Después de hacerse publicado la existencia de ciertos desajustes contables o financieros que obligan a la ONG a pedir un crédito importante, el secretario general declara sin ningún rubor que su sueldo es de 2.058 euros/mes netos. Y dice netos posiblemente con intención de minimizar la cantidad, pero cualquiera que entienda algo de nóminas sabe que para esta cifra neta, el salario bruto de este señor debe estar por encima de 3.000 euros/mes, es decir más de 500.000 de las antiguas pesetas. Y remata la faena diciendo que este sueldo es inferior al de cualquier puesto de trabajo de categoría similar al suyo. Es decir que encima se considera mal pagado.

Es bien cierto que el prestigio de Cáritas como organización altruista sin ánimo de lucro, al servicio de los más necesitados, está acreditado a lo largo de muchos años, y es de esperar que esta cuestión no lo menoscabe. Pero para ello, los máximos responsables de Cáritas deben depurar las responsabilidades que han llevado a esta situación, con el rigor necesario, sin que les tiemble la mano, y sobre todo con la claridad debida a la opinión pública. No se puede pedir altruismo y generosidad por un lado, y por otro presentar una gestión sin control riguroso de los recursos obtenidos.

EMILIO MARTIN. Plasencia

Un momento

de paz

Escribo esta carta para expresar mis sentimientos en contra de la guerra y la lucha por el poder. He visto en los telediarios imágenes escalofriantes donde se pueden ver a los niños víctimas de la guerra, sufriendo y llorando por las cuantiosas pérdidas, pérdidas de sus casas, de sus familias, pérdidas hasta de su propia dignidad como personas. La guerra obtiene víctimas injustas. No es sólo una lucha para conseguir algo. Pero la guerra también anda por aquí, muy cerquita de mí, en mi propia ciudad, y, a veces en mi propio entorno. Sólo tengo quince años y todo me parece que puede ser mucho más sencillo. No creo que sea tan difícil hoy en día instalar la paz en nuestra vida. Por eso, hago un llamamiento a todos los lectores para que pensemos por unos instantes si merece la pena ver las cosas como las ve un niño.

M. JOSE MANGAS