EL REGRESO A CASA

Pobres hijos de papá y mamá

Pepe Extremadura

Cantautor extremeño

No sin cierto asombro, acabo de leer que se está produciendo un curioso fenómeno en muchos hogares de occidente: los jóvenes y no tan jóvenes que se dejaron seducir por el espejismo del vertiginoso éxito económico a finales de la década de los noventa están regresando a sus casas con papá y mamá, sin un duro en el bolsillo y cargados de deudas impagables. Creyeron que el dinero podía cogerse sin más esfuerzo que el de estirar la mano y se embarcaron en fastuosos negocios o se convirtieron sin talento, en diseñadores, en actores, en músicos de rock o en cazadores de osos, que se gastaron la piel del mismo antes de cazarla. De pronto, todo se vino abajo y tuvieron que volver al domicilio familiar derrotados en una batalla, en la que ni siquiera habían combatido realmente.

Pero lo peor no ha sido eso, sino el talante con el que han vuelto a la sopa de mamá y a los 40 años. Son incapaces siquiera de poner la lavadora o freírse un huevo. Protestan airadamente si no hay suficientes tostadas para el desayuno, siguen gastándose 50 euros en un corte de pelo del estilista de turno y no aceptan un pantalón vaquero o unos zapatos que no vayan provistos de la etiqueta de moda. Las deudas las han trasladado a papá y se muestran desoladoramente incapaces de enfrentarse al desastre que han dejado atrás, como si no fuera con ellos. Les vendieron el paraíso terrenal he inocentemente se compraron un páramo baldío. Son los hijos del engaño en que han vivido las sociedades occidentales durante la década de los 90, cuando la riqueza parecía ilimitada y de los árboles no colgaban manzanas, sino billetes de banco.

Parte de sus cerebros se embotaron para siempre y ahora sobreviven en un estado de perplejidad pasiva, que se parece mucho a la idiotez. Han regresado a casa pidiendo ayuda, pero no están dispuestos a mover un dedo para ayudarse así mismos. Son para su desgracia, muñequitos rotos.

LA DIETA

Vegetarismo

Verónica Castro Mulder

Madrid

Una alpinista vegetariana australiana ha muerto poco antes de culminar el Everest, en su intento por demostrar que esa dieta es sana. Callando que su marido, también vegetariano, sí llegó, y que es frecuente la muerte de otros alpinistas, algunos pretenden ver ahí la prueba contra el vegetarismo, cuando puede deberse a otras causas, incluida una dieta vegetariana inadecuada. Lo cierto es que el consumo de carne se ha multiplicado varias veces tras la segunda guerra mundial en los países desarrollados, multiplicando también el sobrepeso y las muertes debidas a ello.