DEBATE INTERNO

Pobre democracia

Pepe Extremadura

Cantautor

Ahora que estamos inmersos en la vorágine de los pactos electorales entre las distintas formaciones políticas y observando diariamente cómo les resulta imposible ponerse de acuerdo --creo que porque egoístamente anteponen sus intereses personales a los generales--. Por eso, no es arriesgado afirmar que es posible que se celebren nuevas elecciones, con el coste que ello conlleva y no solo económico. Causa rubor escuchar a los principales líderes manifestar constantemente que en este país no puede haber nuevas elecciones porque sería una catástrofe. Sin embargo, su vergonzoso comportamiento parece confirmar todo lo contrario. Pero con ser estos hechos de una cierta gravedad, hay sucesos que suelen pasar desapercibidos y que son de vital importancia para el buen funcionamiento de la democracia. Resulta que cuando surge en las filas de cualquiera de las cuatro formaciones políticas que nos ocupan y preocupan una cabeza sensata, es decir, bien amueblada que disiente de algunas decisiones tomadas por el líder de la formación y que a éste le molestan, en lugar de enriquecer el debate interno, lo que hace es dar carpetazo al asunto y poner a otro de su cuerda en su lugar. Pienso que es conveniente y necesario recordar la importancia que se deriva del concepto democracia. En primer lugar, hay que tener bien presente y no olvidarlo jamás que en las dictaduras la discrepancia política se resuelve con la cárcel o la muerte para el disidente. En los sistemas formalmente democráticos el guante que se usa para neutralizar al aguafiestas que pone en duda la verdad oficial es mucho más blanco: se hace ver que el rebelde es una especie de entrañable chiflado, cuyo paso no va al ritmo de los tiempos. De la opinión contraria a la divulgada por el establishment , se dice que está pasado de moda (out of style ) que pertenece al pasado y que no concuerda con las conquistas de la modernidad. El disidente se convierte en uno de esos viejecitos que hablan solos sentados en el banco del parque sin que nadie se detenga a escucharles. Detrás de tan hábiles estratagemas se encuentra el descarado propósito de uniformar a la opinión pública sin sucumbir al mal gusto de utilizar medidas directamente más represivas. Hay que ser un asiduo consumidor de información para darse cuenta cabal de cómo se realiza esa masiva inoculación de un único mensaje estupefaciente, apenas maquillado con tres o cuatro matices inocuos para que la operación no se note demasiado. Tal vez no hayamos llegado a extremos sombríamente descritos por Orwell en su inmortal novela, pero el Gran Hermano está ahí y hace muy bien su trabajo. Pero también es posible que sea ese ciudadano desamparado, el que tenga razón. Olvidarlo es no haber entendido nada de lo que realmente significa el concepto democracia.