Actualidad

política

En la antigua Roma, los notables que iniciaban su carrera por el poder político ofrecían a la colectividad ciudadana obras públicas y espectáculos; ellos financiaban de su propio peculio templos y juegos circenses: eran los evergetas. Esta peculiar forma de proceder ante la comunidad valía para su promoción pública y existían hasta competiciones.

Pasado dos mil años, las formas políticas han cambiado formidablemente. No obstante, en el subconsciente político ha permanecido --aunque desde mi punto de vista deformado-- el espíritu del evergeta. Hoy ya no ofrece de su peculio entretenimientos y obras, hoy ya se entiende de otra manera el impulso de la figura política. A algunos evergetas de nuestro tiempo le cuesta sobremanera desprenderse de su gestión. Me explico, algunos permanecen toda su vida reafirmándose en ella como algo propio, como un mérito, siendo pública la financiación y siendo un claro "secuestro" del espíritu público. Los antiguos evergetas, siendo ellos mismos los que promovían y financiaban obras públicas, podrían estar insistiendo toda su vida que "esta plaza, este adoquinado, este pilar, este mercado o este templo y su entorno lo pagué yo". Veo en la política actual un nulo sentimiento de humildad a la hora de rendir cuentas ante los ciudadanos sobre la gestión pública. Así, muchos apreciamos al político que demuestra un servicio leal a la comunidad, y no aquél que "vende" su gestión para resarcir a su ego.

ANTONIO MANUEL BARRAGAN-

LANCHARRO. Cáceres

¡Presuntos

inocentes!

Respecto a las recientes informaciones publicadas en este diario, procede manifestar:

1) No he tenido ninguna participación, ni colaboración en las noticias difundidas, referentes a la imputación penal de tres cargos públicos de la comunidad autónoma. Deseaba que los hechos se juzgaran, sin previamente ser sometidos a la opinión pública y, a su posible politización.

La calificación pública de los hechos, realizada por el ejecutivo extremeño, cuando afirma que la conducta de los hoy imputados, habría sido "limpia" y "exquisita", amén de un juicio de valor subjetivo e inconsistente, es ofensiva, cuando el magistrado instructor, que ha analizado tal "conducta" durante dos años con independencia y objetividad, gozando los imputados de plena libertad para oponerse a las acusaciones, ha llegado a la conclusión de que existen indicios racionales de criminalidad, en la repetida conducta, en función de las pruebas incriminatorias aportadas.

2) La opinión del fiscal, únicamente expresada respecto al posible delito de prevaricación, es relativamente habitual, esto es, ser contraria a lo finalmente decidido por el juez que instruye un caso. Finalmente, el juicio y, posterior sentencia, correrá a cargo de jueces, no fiscales.

3) Las declaraciones, de los imputados, proclamando su inocencia, después de recibir el respaldo de sus superiores que se implicarían por omisión en los hechos, están exclusivamente encaminados a mantener su estatus público con los beneficios inherentes, esto es, continuar parapetados en la administración autonómica, que corre con todos los gastos del proceso, defensa legal y, fianza incluidos.

Lo honrado sería dimitir (la presunción de veracidad en sus actuaciones, de la que todo funcionario público goza por ley, en su caso está considerablemente deteriorada), y demostrar la inocencia que pregonan, con sus propios medios y fuerzas, ante las posibles consecuencias negativas para la administración y para sus superiores, de una hipotética condena.

4) La prepotencia de los imputados, se convierte en temeridad cuando se refieren en sus declaraciones a una sentencia favorable de lo contencioso-administrativo, superada por otra adversa posterior, donde se utilizaron para sus fines, concretamente, los documentos declarados por el instructor, posiblemente falsos, recordándonos que, si son condenados por falsedad en documento público, podrían exigírseles a partir de entonces, nuevas responsabilidades penales por presentar en juicio documentos falsificados.

Los imputados, han llamado a juicio, a numerosos funcionarios subordinados, algunos correligionarios políticos, como prueba testifical; han aportado multitud de certificaciones (alguna de las cuales puede que le pasen factura a futuro a sus autores), pero, no han citado a esta parte querellante a declarar, como sería lógico, si intentan contraponer mi versión a la suya, desvirtuando en juicio oral mis acusaciones. ¿Por qué no quieren mi presencia en el juicio? Desde aquí les invito a que me citen y, me muestren en vista pública sus pruebas dejándome personalmente, si pueden, en evidencia en presencia del juzgador.

M. TERESA MARTIN DE BENITO

Cáceres

El valor

de la opinión

Llevo más de veinticinco años comprando y leyendo prensa diaria, así que creo éste suficiente aval para por primera vez en mi vida ofrecer mi opinión sobre algo que me interesa, y mucho. Me refiero a la influencia que la prensa ejerce o puede ejercer sobre la ciudadanía a la hora de moldearle un carácter formado y capaz de discernimiento, no sólo a los jóvenes --en cuanto a lo que la prensa puede aportar a sus gustos por la lectura diaria y a saber enfrentarse al esfuerzo de contrastar opiniones enfrentadas--, sino también a los adultos, sobre todo a los adultos que buscamos algo más que enterarnos de cosas tan prosaicas como si una fábrica amplía su maquinaria en tal pueblo o de su un concejal de no sé dónde dice tal o cual barbaridad.

No se me escapa que componer prensa diaria en Extremadura tiene muchas limitaciones y que habrá que ceñirse a la gris realidad, pero por eso mismo considero necesario tener en cuenta a todos aquellos lectores que buscan en sus páginas algo más que sólo noticias. Y me refiero a la página de opinión. EL PERIODICO sigue intentando --cosa que le honra-- dar cabida a muchas voces. (Eso que lleva de ventaja sobre el periódico Hoy, que ya hace mucho tiempo que abandonó tal empeño). Pero por eso mismo discrepo con la opinión de Alvaro Valverde cuando contesta --cosa a mi parecer poco profesional-- a una lectora diciéndole que ella no es nadie para indicarle qué debe escribir en sus columnas. Yo creo que sí es alguien, al menos para opinar, puesto que es una lectora y él un escritor que arriesga su opinión al oído de todos. Decirle eso a un lector es tanto como indicarle que si no le gusta pues que compre otro periódico, y no es eso. Yo estoy convencida de que la altura de un periódico además de sus exclusivas o del modo de enfocar las noticias, la confieren los editoriales y los escritores que están en su nómina.

Entiendo que por aquí es imposible lograr plumas como Martín Prieto, Umbral o Félix de Azúa, pero los lectores agradecemos cuando articulistas como alguno de los que usted incluye en sus páginas --me refiero concretamente a Florián Recio y Miguel Murillo--, dan poesía, ironía y una nota discordante a la mediocridad general, que es mucha. Eso contribuye a hacer más amable la lectura de EL PERIODICO y a que una se sienta orgullosa de la prensa que poco a poco se va haciendo por estas tierras. Lo que pido es que no decaiga.

DOLORES PEREZ HURTADO. Cáceres