CIUDADANOS SEGUROS

Los guardias

José Antonio Barquilla Mateos

Trujillo

Conduzco poco, pero cuando lo hago y me encuentro en el camino a la Guardia Civil, me entra al pronto como un repentino susto, y eso que suelo ir despacio, y con el cinturón de seguridad puesto, el carnet consigo, respetando las señales de tráfico. Y compruebo de una manera neurótica todo lo comprobable, en un relámpago, en un mecánico repaso mental.

Y eso que con la Guardia Civil no he tenido mayormente ningún problema a no ser, la multa que me impusieron hace ahora treinta y cinco años, por correr algo más de la cuenta. Y nada más, excepto algunas anécdotas, pues en una ocasión una pareja de guardias civiles me hicieron caminar unos pasos por una línea continua, llevarme, con una pierna doblada, igual que las aves zancudas, una mano abierta, con los dedos extendidos, hasta la nariz, como si estuviera haciendo burla, pero sin hacerla, claro, porque habían visto que conducía haciendo eses.

En lugar de usar del alcoholímetro, parece que quisieron hacer esa exhibición conmigo, por si había bebido, pero yo no había bebido, y el borracho era el coche, que por lo visto tenía mal el paralelo. Los guardias se disculparon correctamente, a su manera y ahí quedó todo. Hubo a veces otras cosillas, pero lo que quería contar, si pudiera escribir esta carta más extensamente es que, gracias a la Guardia Civil y a la Policía Local vivimos, más seguros, y nunca lo agradeceremos bastante. Y esto es sin duda así. Pensadlo.

LA IGLESIA CATÓLICA

Las incineraciones

Pelayo Gutiérrez

Villafranca de los Barros

La Iglesia Católica intenta avanzar, aunque lentamente. Ahora acepta la cremación como una opción más, aunque recalca que prefiere que se sepulten los cuerpos. Sin embargo, prohibe guarda o esparcir las cenizas. Y ¿por qué? Si la cremación no toma el alma y no impide la resurrección del cuerpo, ¿qué más da donde se encuentren las cenizas? La Iglesia da un paso adelante y otro atrás.