DEJAR EL HOGAR

Jóvenes sin futuro

Manuela Gurruchaga

Valdesalor (Cáceres)

Hace una semana que llevamos a ni nieto a Madrid para coger un avión y marcharse a Canadá. Mi niño es investigador, pero ni su presente ni su futuro hablan español y, como él nos anunció con un hondo pesar, tal vez nunca más vuelva por aquí, salvo para visitarnos porque no se va porque quiere, sino obligado. Siento una tristeza tan profunda que, además de llorar, no paro de lamentarme y de preguntarme qué hemos hecho en este país con los jóvenes.

Son la generación más preparada y a la que no hacemos hueco. La sociedad ha invertido en ellos y el beneficio revierte en otros países porque aquí no somos capaces de potenciar y valorar su valía.

No quiero ponerme trágica, pero España se arrepentirá de permitir esta ‘huida de cerebros’; lo lamentaremos y, cuando eso ocurra, será tarde.

Por lo pronto, a mi nieto ya sólo lo veré a través de internet y ¡menos mal! que existe.

Señores políticos, dejen de pelearse entre ustedes y hagan algo por nuestra juventud, eviten que se vayan de nuestra casa, busquen fórmulas para que tengan un trabajo acorde con sus capacidades en nuestro país y que sólo tengan que marcharse para completar su formación.

PEDRO SÁNCHEZ

¿Quién quiere un año nuevo?

María Francisca Ruano

Cáceres

Con la mano en el corazón, claro está, ¿cambiar cosas, casas, carreteras, contratos, congojas, conductas, consumo, coyunturas, coces, cotos, certidumbres, tal vez...? ¿Palabras, periódicos, petulancias, pisos, pesadeces, pinturas, parentelas, proyectos, preferencias, puyas, preces, puede ser...? ¿Quién, verdaderamente de verdad, desea un año nuevo que viene entre luces horteras y brillantes sobre las aceras del mundo para cambiar su punto y su coma?

LA SELECCIÓN

Programas y técnicos

José María Grandas

Madrid

Un país se plantea mejorar su red de carreteras o bien la de aeropuertos. Pero, antes de discutir qué plan elige y escoger para realizarlo a un ingeniero de Caminos o, por el contrario, de Aeronáutica, sale un manitas que afirma que sabe hacer todo eso mejor que nadie; que lo primero, pues, es que lo elijan a él; que, a su alto nivel, «lo mismo sirve para un barrido que para un fregado». A mí esto me parece un poco traído por la coleta, digo, por los pelos; máxime cuando ese prodigio se ha declarado admirador de quien siempre decía que «¡programa, programa, programa!».