Diputado del PSOE al Congreso por Badajoz

Tanto la voladura de la sede de la O.N.U, en Bagdad, con su triste bagaje de 24 muertos, entre ellos un militar compatriota nuestro, como el atentado en Israel contra un autobús lleno de judíos, llevado acabo por la Yihad islámica, con 20 víctimas mortales, nos debe hacer reflexionar sobre nuestra posición en tan grave y complejo conflicto.

Tal vez, lo primero que convenga aclarar, es que por muy en contra que se esté de la intervención norteamericana en Irak, un acto imperialista e ilegal sin duda, ello no pude ser óbice para dejar de condenar el atentado contra la sede de la O.N.U. en Bagdad, y hacerlo con contundencia.

En un mundo globalizado, bajo la hegemonía económica, política y militar de Estados Unidos, la O.N.U. es la única baza que tenemos el resto de los países del Mundo, para intentar mantener un mínimo grado de independencia.

España como miembro de la U.E. que somos, formando parte de todas las áreas de cooperación reforzada de la misma, debiera procurar que el consenso de apoyo a las decisiones de la O.N.U., se fraguara en el propio seno de la U.E., que acudiría con voz única al concierto internacional.

La alianza bilateral con Estados Unidos que nuestro actual gobierno mantiene, es un error histórico que haría bien en ir rectificando, máxime cuando la opinión publica española se manifiesta por el reforzamiento del papel internacional de la U.E.

Igualmente condenable es el atentado del suicida palestino, como condenables son todos los actos terroristas, hijos siempre del fanatismo. En Oriente Medio, chocan ahora dos fanatismos históricos, como son los fundamentalismos islámico y judío. Nunca se van a poner de acuerdo ya que el objetivo es la eliminación física del contrincante, por expulsión o por aniquilamiento, y es la O.N.U. quien tiene y debe intervenir en la zona, con fuerza y con energía, con un ejército real y capaz. Que sea un ejército procedente de cuerpos armados nacionales puestos al servicio de la O.N.U., como se viene haciendo hasta ahora o que ex profeso se cree uno, es una cuestión a debatir, pero en cualquier caso el poder disponer por parte de la O.N.U. de un ejército permanente y eficaz, constituye una necesidad tan evidente como apremiante.

La manera de vivir el internacionalismo, su expresión y definición, no son elementos colaterales de ninguna fuerza política, menos aun en las que se entienden a si mismas como progresistas. Las fuerzas políticas con responsabilidades de Estado, bien porque gobiernen o por que pudieran hacerlo a corto plazo, no pueden ser ajenas a un coyunturalismo pragmático, pero ello nunca puede implicar silenciar la vulneración sistemática de los derechos humanos. Lo que obliga a desenmascarar fanatismos, aunque estos gobiernen algunos Estados o tengan una influencia muy grande en otros.

Los pretextos de respetos culturales no pueden servir de coartada a la inhibición. Culturas que basándose en interpretaciones teológicas, marginan a la mujer impidiéndole su propia expresión como ser humano, la esclavizan o la castran; culturas que pretenden tener derechos sobre tierras y hombres en base a unos textos prevenidamente sagrados, practicando un racismo teológico y xenófobo, culturas que niegan libertades y dificultan connivencias, son culturas a combatir. No todas las culturas son respetables, porque si fuera así, todavía se estarían quemando viudas en la India.

Los norteamericanos para desestabilizar la extinta Unión Soviética, animaron al integrismo islámico en Afganistán y Paquistán, la Unión Soviética ciertamente se extinguió, los talibanes nacieron y el 11 de septiembre también ocurrió. Es hora que los cascos azules acaben con tanto desatino.