WDwesde que el pasado lunes saltara la noticia de un presunto caso de agresión con tintes racistas en un colegio de Almendralejo, la sombra de la duda se cernió sobre la actuación del propio centro, puesto que el denunciante situó la presunta agresión en el propio colegio y, según decía, después de que la maestra que cuidaba del grupo de niños protagonistas del suceso los hubiera dejado en el aula solos. El asunto, aunque pronto suscitó la atención de los medios de comunicación nacionales, se ha ido desinflando. No sólo por la rápida y eficaz gestión de la dirección del centro, poniendo el caso en manos de la Inspección, sino porque ésta reunió de urgencia a todas las partes relacionadas con el conflicto para oúr la versión de cada uno. A esa reunión no acudieron los denunciantes porque fueron a contar el caso a la televisión. Ni que decir tiene que están en su derecho, pero no es, desde luego, la mejor forma de sostener la existencia de la agresión, porque no es el tribunal de la opinión pública la que tiene que juzgar una acusación tan grave. Ayer, la Asociación Romaní, que en principio se pronunció en el sentido de que la agresión a la niña tenía tintes racistas, matizó ayer su posición y descartó ese carácter. Tal vez en este asunto haya habido precipitación.