En nombre de Pilar Boyero y en el mío propio queremos agradecer las infinitas muestras de apoyo y cariño que hemos recibido por parte de amigos, vecinos, desconocidos, periodistas, etcétera, en estos durísimos momentos que estamos viviendo en relación al desalojo forzoso de nuestra casa y su posterior demolición.

Los errores que hemos cometido al adquirir con tanta ilusión nuestra primera vivienda son muy graves: enamorarnos de un rincón de la parte antigua históricamente olvidado por el Ayuntamiento de Cáceres como es el barrio judío de San Antonio, renunciar a las comodidades que ofrecen las nuevas urbanizaciones por levantarnos cada día rodeados de piedras centenarias, afrontar la rehabilitación de la casa con exquisito respeto al entorno y a la legalidad obteniendo todo tipo de permisos (incluida la licencia municipal que tras años de litigios un juez ha declarado ilegal), creernos amparados por la ley, etcétera.

A día de hoy dormimos en un hotel esperando resolver un alquiler para los próximos meses, con todos nuestros enseres embalados en cajas de mudanzas y en un guardamuebles y todavía sin creernos, nosotros y nuestros abogados, el trato al que hemos sido sometidos por parte del Ayuntamiento de Cáceres que espero que sea siempre tan eficaz y cuide con tanto mimo sus obligaciones con la justicia como en nuestro caso (ya hay precedentes de casos iguales al nuestro y las edificaciones siguen en pie). La patada en la puerta, rotura de cerradura, aunque con mandamiento judicial, es más propio del caso de unos delincuentes que de unos ciudadanos empeñados en dar vida a un entorno histórico, es más, esperamos que el trato a los delincuentes sea más digno o dejaremos de creer en el Estado de Derecho.

Nuestros abogados ya preparan la demanda por Responsabilidad Patrimonial de la Administración, la única duda es cuantificar el daño, transformar en dinero (del bolsillo de todos los cacereños) todos los perjuicios económicos ocasionados y, lo que es más importante y difícil de valorar, todo el sufrimiento y daños morales.

Nos quedamos con lo único bueno de todo esto y no es otra cosa que la cantidad de gente que nos apoya en estos momentos, en especial amigos y todo el barrio de San Antonio cuyos vecinos nos han ofrecido hasta sus casas para pasar algunos días y están encantados de que el problemático exvecino que interpuso la denuncia (con ofrecimiento de retirarla a cambio de un dinerillo, seis mil euros le solucionaban el problema), hace tiempo que no vive aquí y vende su casa con unas bonitas ventanas de aluminio, expresamente prohibidas en el casco histórico.

Enrique Tejado Ramos **

Cáceres