Es difícil imaginar una mejor desmitificación de la «casta» entera, foto incluida, que la de David Gistau. Primero nos recuerda cómo Pasolini, tras ver en 1968 pelearse a los estudiantes, futuros dirigentes, con los policías procedentes de la inmigración rural, se declaró en favor de estos últimos; también, como una mujer policía consiguió evitar un enfrentamiento con los obreros de Ilva recordándoles que ambos colectivos eran trabajadores.

Después describe el caso Iglesias, que calificaba a los policías de esbirros de la «casta», quien ha conseguido con sus incesantes denuncias y en un tiempo increíblemente corto, ascender, si no a los cielos, sí a la sierra madrileña, en la que, como a otros de su nivel, le protegen unos policías desde «un chamizo espantoso, sin calefacción, sin retrete», cuya foto adjunta Gistau.

Este final, concluye, lo rechazaría Pasolini por exagerado.