El nombre correcto sería Cayetana Álvarez de Casado , unidos en el disparate inicial y en la separación final. El todavía presidente del PP no puede despedir a su principal apuesta sin confesar su equivocación, pues solo advirtió el último día las sinrazones que España entera denunció el primer día. Pretende acertar con ambas decisiones, cuando es posible que yerre por partida doble. Y dado que el consenso establece la superior inteligencia de la portavoz popular suprimida, a ella le correspondía haberse anticipado en la ruptura antes de sufrir cruenta ejecución.

Consumado el despido, Álvarez de ex-Casado se embarca en el mayor ego trip de la contemporaneidad. Habla del PP en primera persona, ningún político español había divagado con tal profusión sobre sí mismo, sin encontrarse como es lógico ni un mínimo defecto. Por donde pisa Cayetana, no vuelve a crecer la duda. Su dialéctica imponente acrisola el tono definitivo de quienes se miran cada día al espejo, preguntándose por qué es otro el habitante de la Moncloa. Está claro que el fracaso de la diputada al frente de las listas del PP en Cataluña no se debe a la tradicional ceguera de las masas. Puede atribuirse más bien a que los humildes electores se sienten tan apabullados por la personalidad flamígera de Álvarez de Toledo que no se consideran dignos de votarla.

La portavoz fulminada no solo supera a su verdugo, sobre todo en impertinencia, sino que se coloca varios metros por encima del resto del Congreso. Su adiós, en la onda de Norma Desmond en Sunset Boulevard , confirma que incluso la suprema magnificencia de Vox encoge en presencia de la diputada. Únicamente puede tomar partido por sí misma, en una formación creada a su imagen. Siguiendo la estela de remarcar las iniciales de los próceres, véase el FAC de su familiar Francisco Álvarez de Cascos , las siglas del nuevo proyecto de Cayetana Álvarez de Toledo deberían ser CAT. Seguro que no le hace mucha gracia, y a los afectados tampoco, pero la genética peca de inapelable. H