Imaginen que Pedro Sánchez sale mañana de Moncloa en su coche oficial. El coche oficial le deja en el cruce entre dos autovías. Se baja, saluda sonriente a cinco mil personas que él mismo ha convocado allí, y se une a ellas para cortar el tráfico. Trabajadores no pueden acudir a sus empresas, transportistas no pueden cubrir servicios y particulares ven reducida su libre movilidad por el Presidente del Gobierno, que mientras tanto concede unas palabras a los periodistas, en las que se congratula de la normalidad con la que se desarrolla todo. España es un país soberano oprimido por la UE y el FMI, dice el presidente, y lo más importante es que la ciudadanía exprese su deseo de liberarse del yugo internacional.

Imaginen que unas semanas antes Pedro Sánchez hubiera mandado colgar de todos los edificios oficiales pancartas con el mensaje «Libertad presos políticos», exigiendo la liberación de ex ministros y políticos del PSOE y del PP encarcelados por intentar cambiar la Constitución Española en el sentido de abolir la unidad indisoluble para que cada Autonomía pueda ser un Estado propio cuando quiera, y para que España recupere todos los territorios perdidos desde 1700. Imaginen que los jueces le han conminado a quitar esas pancartas y que el presidente del Gobierno de España se ha negado.

Imaginen que Mariano Rajoy está residiendo en Bélgica porque si entrara en España sería detenido inmediatamente. Imaginen que varios ministros de Zapatero y Rajoy están huidos en Suiza, Reino Unido y otros países europeos por haber colaborado en la abolición de la indisoluble unidad española sin atender a los requisitos legales establecidos para ello y por atentar contra la soberanía de terceros países, y que día sí y día también realizan declaraciones públicas en contra de la UE, de las instituciones internacionales de las que forma parte España y del sistema legal de las democracias occidentales.

Imaginen que Aznar, Zapatero, Rajoy y Sánchez, a pesar de sus evidentes discrepancias ideológicas, hubieran estado durante los últimos años organizando clandestinamente un movimiento social antieuropeo mientras regaban las Comunidades Autónomas con dinero europeo. Es decir, que mientras Alemania o Francia ponían dinero para pagar peonadas en Andalucía o Extremadura, los gobiernos de España conspiraban contra los intereses de Alemania y Francia.

Imaginen que Felipe González y toda su familia estuvieran investigados por la UE por haber robado cincuenta millones de euros, y que a raíz de esa investigación, los cuatro ex presidentes detrás de González hubieran organizado un movimiento social y político insurreccional, de manera que mientras ellos ocupaban la Moncloa, lugartenientes suyos planificaban guerrillas callejeras, boicots de infraestructuras, decretos gubernamentales ilegales y una nueva Constitución española y europea a espaldas de todos los demás actores políticos.

Imaginen que en el siguiente turno de rotación en la presidencia del Consejo de la UE, España aprovechara para desmontar ilegalmente y en contra de los otros países miembros el edificio institucional europeo.

Imaginen que Aznar, Zapatero, Rajoy y Sánchez convocan una rueda de prensa para explicar que el objetivo final es recuperar la soberanía española usurpada desde Felipe II. Que queremos recuperar el continente americano incluido Estados Unidos, Filipinas, el Rosellón y otros territorios de Francia, Portugal, los Países Bajos, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Milán, Siena, Argelia, Túnez, Libia, Guinea Ecuatorial, el Sahara y otros territorios del norte de África y, por supuesto, Cuba.

Imaginen que como consecuencia de todo lo anterior, salen un viernes por la noche de sus casas para cenar y se encuentran las calles cortadas por barricadas de fuego, chavales extrayendo con un pico adoquines de las aceras y las calzadas, coches y árboles ardiendo, vallas volando, alborotadores enmascarados y banderas con la Cruz de Borgoña ondeando al viento. Así una semana seguida. En las puertas de sus casas, en sus calles, en sus plazas.

Podrían reírse nerviosos. Podría parecer una pesadilla. Podrían pensar que yo, ustedes o todos nos hemos vuelto locos. Podría parecer una ficción.

Es Cataluña, 2019. Y nos parece normal. Y no pasa nada.

* Licenciado en CC de la Información.