Enrique de Borbón o de Navarra, pretendiente protestante al reino de Francia, eligió convertirse al catolicismo para poder reinar y convertirse así en Enrique IV.

Desde entonces viene utilizándose coloquialmente la famosa frase a él atribuida: «París, bien vale una misa», queriendo decir con ello que aunque en el fondo seguía siendo calvinista, no le importaba disfrazarse de católico sólo para llegar al poder, entendiendo que daba igual traicionar cualquier religión, mientras tuviera el ansiado poder.

Algo parecido es lo que ha hecho Carles Puigdemont con la independencia: Catalunya bé val una missa, Cataluña bien vale una misa o «la independencia, bien vale una suspensión de la independencia», mientras siga en el poder, y de paso no tenga que recibir el correo en Alcalá Meco.

No, España no merece ese tipo de misas, ni a santurrones mesiáticos ni acólitos del más puro fascismo disfrazados de libertades y libertarios que intentan destruirla y destruir todos los avances sociales y democráticos que tanto le ha costado a nuestro país alcanzar.

La declaración trampa de independencia, por mucho que la haya querido disimular, ha tenido su respuesta lógica, el primer paso de la aplicación del artículo 155 que obliga a requerir como paso previo al instigador.

Si finalmente éste no satisface al Gobierno, y aplicando, ya de facto, el artículo 155 de la Constitución, se disolvería el Parlamento Catalán y se convocarían elecciones libres.

Entonces sí, ahora todos, el pueblo entero de Cataluña, incluidos independentistas y antisistema, tendrán una idea de su referéndum pero sin referéndum, dentro de la legalidad, en las urnas y democráticamente, no la ridícula patochada ignominiosa del pasado uno de octubre.

Independientemente, lo sucedido en Cataluña, no puede ni debe quedar impune, pues nos arriesgamos a tener golpes de Estado, día sí y día no, mas fiestas de guardar. Que actúe la política y la Constitución, que son lo mismo, pero también la justicia, que es la garante de las libertades, derechos y obligaciones, y de quienes atentan contra ellas.

España, Cataluña, la democracia y las libertades, señor Puigdemont, valen más que una misa para sus feligreses, y si como dicen algunos de los suyos, ha cometido una traición, el que traiciona a un traidor... lo siento, ninguno tiene perdón.