El derrumbamiento de un tramo de 100 metros del viaducto de la autopista A-10 a su paso por Génova es una tragedia de primer orden en un país como Italia, que vive el desastre envuelto en especulaciones, rumores y maledicencias. Pocos minutos después de la catástrofe, el ministro de Infraestructuras y Transportes italiano constataba que el puente carecía del mantenimiento debido, y «he aquí las consecuencias». La crítica no era baladí. Desde el populismo del M5S (Movimiento 5 Estrellas) se disparaba contra los anteriores gobiernos del PDI, sin acordarse de que en el año 2013 el mismo partido de Beppe Grillo, al oponerse a una variante en Génova, había calificado de favoletta (un cuento de hadas) el hipotético derrumbe de una construcción que siempre ha estado bajo sospecha. Por otra parte, también hay voces antieuropeístas que acusan del desastre a la austeridad económica impuesta por Alemania, en un clima de crispación nacional que no ha respetado el dolor de las víctimas.

En el derrumbe del viaducto han fallecido al menos 39 personas, además hay 16 heridos, 12 de ellos graves, y se ha decretado el estado de emergencia durante 12 meses. El Ejecutivo italiano también ha decidido desbloquear cinco millones de euros para ayuda de urgencia y ha decretado una jornada de duelo nacional en una fecha que está todavía por determinar. Además el riesgo a nuevos derrumbes del viaducto Morandi ha obligado a evacuar a 632 personas de las viviendas que se encuentran próximas a la zona afectada por el desplome del puente de la autopista A-10 para evitar desgracias mayores. Lo más probable es que las casas tengan que ser demolidas, igual que el resto del viaducto.

Los responsables de las autopistas alegan que todo estaba bajo control, pero expertos ingenieros ya habían advertido hace tiempo de «los gravísimos problemas» del viaducto, consecuencia de su peculiar tecnología, producto de los años 60. Tendrán que verificarse las causas concretas, pero Génova es hoy un grito de alerta sobre la precariedad de las estructuras. Y no solo en Italia, sino, como se ha visto en Vigo, también en nuestro país.