Hay que ver lo que son las cosas. De posible alma máter de la política regional, pudiendo haber llegado a ser llave de un hipotético gobierno regional, bien con Vara, bien con Monago, a juguete roto de su propio partido. ‘Vitamina Cayetano’ rezaba el eslogan electoral de Cayetano Polo en los comicios de mayo del año pasado como candidato de Ciudadanos la presidencia de la Junta. Al final va a ser como el zumo de naranja: que o se consume pronto o se le van las vitaminas. El jueves, aprovechando una intervención en un pleno de la Asamblea de Extremadura, anunció su dimisión como portavoz y líder de la formación, abandonando la política activa y renunciando a su escaño en el Parlamento regional.

Pocos esperaban un desenlace tan abrupto en apenas año y medio de legislatura. Aunque se barruntaran desavenencias con la cúpula del partido desde hace algunos meses con la llegada de Inés Arrimadas a la presidencia de Ciudadanos, el líder extremeño parecía bien amarrado; había superado no una sino dos crisis internas y obtenido un resultado electoral nada desdeñable de 7 diputados en un partido que partía de un solo escaño en la pasada legislatura.

Sin embargo, alcanzar las uvas y no comérselas supone a veces un cierto fracaso. La victoria por mayoría absoluta del PSOE en Extremadura le había otorgado un papel secundario, casi por detrás de Podemos con solo 4 diputados pero con más afinidad a los socialistas. Es lo que tiene un partido minoritario cuando trata de jugar con dos barajas, la de la izquierda y la de la derecha, que llega un momento en que no sabe si apoyar a un gobierno que no le necesita o diluirse en una oposición donde es otro quien manda al triplicarle en escaños.

La actitud de Cayetano Polo en su despedida ha sido, de todas formas, correcta. Si me apuran hasta honrosa. Tras casi 25 años siguiendo de cerca la política regional, estoy cansado de ver a dirigentes y representantes políticos que, con una cara de cemento armado, se agarran a su acta y no la sueltan hasta el punto de creer que los votos obtenidos no son de su partido sino suyos. Se pasan al grupo mixto o no adscrito sin ningún pudor. Quien entra en política comprueba de repente que goza de un sueldo más que aceptable, así como de un montón de prerrogativas, y no quiere dejarlo por nada del mundo. Pero Cayetano Polo ha preferido marcharse a pesar de, como él mismo ha revelado, Ciudadanos le ofrecía un papel secundario. Para dejar el volante y sentarme en el asiento de atrás, me bajo del coche, ha venido a decir.

Al final, la nueva política se mueve por los mismos derroteros que la vieja y, por lo que trasluce, todo se resume en que Madrid ha decidido cambiar de portavoz por diversos factores, incluidas las fobias y las filias, y hay cabreos y portazos de quien quitan de en medio. Las guerras de poder de toda la vida en resumidas cuentas, con reyes muertos y reyes puestos. Porque las diferencias con Madrid aludidas ahora por Cayetano Polo por no dejarle participar en las decisiones de gobierno se tenían también hace un año cuando todos los ayuntamientos de España se pactaron alrededor de una mesa en la capital de España mientras los líderes autonómicos silbaban en los pasillos de sus respectivos parlamentos sin pintar una mona. Entonces callaron, lo que se traduce en que se estaba de acuerdo.

Ciudadanos tiene que encontrar su sitio o, de lo contrario, caerá en la insignificancia. Porque en ocasiones pareciera que no se tratara del mismo partido y de ejemplo lo vivido en Cáceres con respeto a lo acaecido en Badajoz. Una formación tan sumamente personalista, nacida en torno a la figura de Albert Rivera y ahora haciendo un traje a medida de Inés Arrimadas, tiene estas cosas: que Madrid no manda sino que impone, y los territorios no deciden sino que obedecen. Y así poco o nada se puede hacer. Se juega a que mientras en Madrid vayan las cosas bien todos contentos, pero si empiezan a ir mal todo se desmorona.

Entiendo que cada partido marca su estrategia y que precisamente uno de los grandes valores de Ciudadanos era mantener el mismo discurso en Extremadura que en Cataluña. Pero si Arrimadas decide ahora echarse en los brazos de Pedro Sánchez para quitar de en medio a los independentistas, ¿qué papel juegan en los territorios los líderes que han formado gobiernos con el PP y se miden en batalla con el PSOE? Saltan las costuras de cualquier coalición y cunde el desconcierto. Como diría el del chiste que fue a buscar setas con un amigo y se encontró un Rolex. ¿A qué estamos, a setas o a Rolex? Le preguntó su acompañante. Pues eso, a qué estamos, ¿a sumarnos al PP o aliarnos con el PSOE?

Cosas de la política, se afirmaba antes cuando un partido, el que fuera, entraba en contradicción. Pero ese era uno de los grandes valores de Ciudadanos, la coherencia y poner en vergüenza a los partidos tradicionales movidos por luchas de poder e intereses espurios. ¿No?

Queda recorrido porque aún resta mucha legislatura, pero con los nuevos mimbres habrá que determinar qué se construye y de qué manera se rearma una formación que, de momento, ha quedado descabezada en Extremadura. Madrid decide, para bien o para mal.