Diputado del PSOE al Congreso por Badajoz

No sería extraño, que pasado unos siglos y ya superados los calendarios de origen religioso, el año comenzase en septiembre, de hecho en nuestro país así es. En septiembre comienzan los colegios, abren las universidades, se inicia el año judicial, se reúnen los parlamentos y el Partido Popular designa a Rajoy como candidato a la Presidencia del Gobierno. Como si de una rutina se tratase, algo más que se renueva de manera natural, como tantas otras cosas. Y así el candidato Rajoy salta de manera muy confortable a la lid electoral. Lo malo de esta cuestión son las inercias sociales y que por ellas sean arrastrados el bloque progresista, mordiendo una y otra vez el cebo hábilmente tendido por el Grupo Popular. Como Aznar, fue y sigue siendo el jefe del Gobierno, el y sus ministros se convierten en el blanco principal de las críticas de la oposición. Y obligado desde luego es que la oposición critique al Gobierno, lo que de criticable tenga, en nuestro caso desgraciadamente mucho y converja en lo que el interés del Estado aconseje. Pero de todo esto está el señor Rajoy al pairo, y el vendaval de críticas los sigue recibiendo Aznar. Y Aznar es el del Prestige, el de la guerra de Irak, el de la inseguridad ciudadana, el manipulador de la televisión pública y en un larguísimo etcétera de censuras y condenas que la oposición le hace, con toda la razón del mundo. Pero de estas andanadas de artillería de gran calibre, apenas le llega a Rajoy alguna que otra perdigonada.

Los partidos políticos de la oposición, los medios de comunicación y los ciudadanos en general, tenemos que ser conscientes de la fuerza de las inercias sociales, máxime en épocas como la nuestra en las que se personifica tanto el liderazgo y parece razonable dirigir todo el grueso de las críticas a Aznar y su Gobierno, pero a las próximas elecciones generales Aznar no se presenta.

El candidato a batir es el señor Rajoy y por mucho que arrecien las críticas contra Aznar a Rajoy como mucho tan solo le alcanzan una parte y normalmente una parte no significativa. Siendo este el marco electoral creado, la oposición encarnada básicamente por los socialistas deben pensar, que si la labor del control del ejecutivo es una obligación ineludible, la publicitación programática aún lo es más. Enfatizar lo que los socialistas querrían hacer si ganasen las elecciones de marzo debe ser la batalla básica de esta contienda, en la que la erosión propia de cualquier Gobierno, la va a amortizar en gran parte Aznar, cuestión poco justa porque Rajoy ha sido sin duda el artífice de la política general del Gobierno. Vicepresidente primero, nada menos, pero las cosas son como son y la inercia social juega en este aspecto en contra de los socialistas. Por esto el mensaje claro, creíble y convincente, es la mejor baza que el PSOE tiene para ganar las elecciones.

Sería tremendo intentar dar soluciones a todos los problemas, un realismo pragmático en el que se establezcan las oportunas prioridades, debiera de ser la respuesta programática de los socialistas para ganar a Rajoy. Garantizar la comunicabilidad del mensaje un elemento básico. Y en cualquier caso no morder el cebo, ni caer en la trampa de seguir personificando toda la oposición en Aznar. Se presenta Rajoy.