Periodista

Mi madre no es de Cáceres de toda la vida. Pero es de Ceclavín, que es mucho peor. Los de Ceclavín son orgullosos como todos los isleños. No es que Ceclavín sea una de esas islas que tanto confunden a Aznar. Lo que pasa es que al pueblo de mi madre sólo se podía llegar en barca hasta bien entrado el siglo XX y eso le ha dado mucho carácter... A ella y a su pueblo. Ceclavín era una especie de península con un istmo situado en la carretera seca de Coria y tres ríos, Alagón, Tajo y la rivera de Fresnedosa, que la separaban de Zarza y Portugal, de Alcántara y de Acehúche respectivamente.

Mi madre no es de Cáceres de toda la vida, pero le da lo mismo porque las de Ceclavín tienen razones suficientes para presumir. Por ejemplo, tienen un vino distinto y si no, que se lo digan a mi bisabuelo Severo, que ganó con su vino ceclavinero la medalla de oro al mejor caldo presente en la Exposición Universal de Barcelona de 1912. Los de Ceclavín hacen una chanfaina distinta, con sangre y tripas de cordero y muy finamente picada, sólo remedada en Cedillo. Confeccionan una cerámica con chinitas blancas única en España que sólo tiene parangón en la cerámica portuguesa de Nisa. Comparten con Torrejoncillo su exclusivo guiso para el chorizo y la estética manierista de sus orives. Su queso de cabra es particular y fronterizo. También tienen acusada personalidad sus gazpachos verdes de poleo, sus uvas frescas de gen portugués y sus pasas, que ya tenían tanta fama en la Edad de Oro que en textos literarios del XVI un protagonista insulta a una dama acusándola de tener una cara más arrugada que una buena uva pasa de Ceclavín.

En Ceclavín tuvo lugar la más importante revolución popular antisistema extremeña de la Edad Moderna: contrabandistas, monjas de clausura y vulgo en general se levantaron de consuno contra los inspectores de Hacienda, que querían poner orden fiscal en el pueblo. Tan llamativo y dramático resultó aquello que me han contado que ya hay un profesor de la Uex novelando el episodio. Por no hablar de su magnífico retablo, uno de los más importantes de Extremadura, que fue traído desde tierras de Valladolid allá por 1553, fue pagado a escote por el pueblo y pasa por ser un ejemplo de armonía, coherencia artística y gusto estético. ´No como algunos de Cáceres, que tienen caballos de tiovivo u hornacinas tan chicas que hubo que esculpir imágenes achaparradas para que cupieran dentro´, disparan con bala los ceclavineros.

Pero por si algo faltaba, el otro día apuntillaron mi orgullo cacereño. Bartolo, el ermitaño de la virgen del Encinar, patrona de Ceclavín, me llevó a una loma no muy alejada del pueblo donde una hilera de mojones del siglo XIX señala el camino ferroviario más corto entre Madrid y Lisboa: una línea de Plasencia a Castelo Branco por Ceclavín que los ingenieros trazaron como hipótesis lógica, que no política. ´El Ave, hijo mío, ni por Cáceres, ni por Badajoz. El Ave por Ceclavín´. sentenció mi madre y yo sólo pude asentir: ´De toda la vida, mamá´.