pEL RUIDO EN BADAJOZ

nCuando ruge la marabunta N

***Francisco Parra Gómez

***Badajoz

mDentro del casco de Badajoz, en el llamado complejo deportivo de la Granadilla y sus inmediaciones, funciona una discoteca con exceso de decibelios, a la que de viernes a sábado se unen los amigos del botellón, que con mucha algarabía celebran "la gran velada" hasta muy avanzada la madrugada. Como en la zona existen dos residencias de ancianos, sucede que cuando todo el conjunto de "hacer ruido" se pone a ello, lo hace con una intensidad elevada al cubo, con la molestia que ello supone para los residentes. Los del botellón son gentes muy divertidas, para ellos solo cuenta su juerga, lo demás no hace, no sirve, ellos siguen vociferando como energúmenos, hasta que llegan a su punto más alto: es cuando ruge la marabunta y la emprenden con el mobiliario urbano destruyendo todo lo que encuentren a su paso. Esto debe ser cultura de vanguardia.

Señor Celdrán, usted como alcalde de la ciudad, debe velar por el bienestar de todos los vecinos y muy especialmente por los ancianos, por los deficientes y por los niños, en este caso los residentes de este barrio de la Granadilla, porque ellos no descansan cuando quieren, sino cuando sus achaques se lo permiten. Al menos que haya cordura y con cariño imponga un mínimo de respeto a la ancianidad, creo que lo merecen.Y si no, utilice su bastón.

pEXALCALDE DE MERIDA

nAntonio Véles, novelista N

***Alejo Fernández

***Mérida

mMe parece que sí. Sentía curiosidad y compré su libro: ´Los Puentes del olvido´, de Antonio Vélez , alcalde de Mérida entre 1981 y 1995. Abrí su novela-historia y ya no la pude dejar hasta el final. Las personas que hoy tenemos entre 80 y 90 años, entendemos claramente lo que escribe Antonio. Lo vivimos y sufrimos. Yo pasé de los 10 a los 13 años durante la guerra, y en mi mente quedaron grabados los acontecimientos de la guerra y de la posguerra hasta la democracia. Fue una guerra civil entre hermanos. Cruel, absurda que , posteriormente, pensando en frío, a muchos nos parece sin sentido y causada por una clase política y una burguesía de escasa inteligencia. En la embarullada historia de esa guerra, llena de falsos mitos, mentiras y propagandas, desenmascaradas en los últimos años por historiadores españoles y extranjeros es necesario conocer la verdad. No la verdad que interese a una parte de los políticos, sino toda la verdad, de todas las partes pues todos somos responsables y víctimas. "Duras son las guerras en las que todos pierden", Concluyó para sI uno de los personajes de la novela.

A lo largo de su novela Antonio se muestra como escritor de un amplio y agudo vocabulario, sabe mantener el ritmo de los sucesos , trabar las tragedias humanas, desenvolverse en los desenlaces y mostrar su vena poética, proyectándola en el amor a los desvalidos. Mantiene un loable equilibrio y comprensión, poco frecuente, en cualquier guerra civil.

pASISTENCIA SANITARIA

nEl trabajo como servicio público N

***Rafael Robina Ramírez

***Profesor de la Uex. Cáceres

mHace tres semanas me caí de la bicicleta y me rompí el ligamento que une la clavícula con el omóplato. Tras varias visitas al servicio de rayos y traumatología, esta mañana pasé la última consulta con la esperanza de salir con el alta bajo el brazo. Al finalizar la consulta y despedirme del médico del servicio de traumatología de origen marroquí, tomé la determinación de explicar con brevedad el trato recibido. Porque por este trato he podido contrastar muchas de las "cuestiones" planteadas cuando defendí la tesis doctoral hace ocho años, que versaba sobre las condiciones sociolaborales de los empleados públicos en la Junta. Esta mañana me hicieron la tercera radiografía en cinco minutos y el trato del médico que me atendió fue exquisito. De igual forma el segundo profesional de origen marroquí que mencioné al principió, al enseñarme la radiografía en pantalla me explicó con exactitud y acierto la evolución de la rotura, aconsejándome con cercanía y amabilidad los medios que debía de poner para que ambos huesos (clavícula y omóplato) se unieran finalmente.

El trato recibido en estas tres semanas en el hospital San Pedro de Alcántara me ha hecho pensar de nuevo y reflexionar sobre la importancia que tiene el trabajo como servicio público.[,02]

Pasa el tiempo. Transcurren otoño, invierno, primavera,- Y, cuando llega el verano, volvemos a toparnos con la terrorífica estampa, teñida de gris y negro -trágicamente, a veces, de luto-, que dejan tras de sí los incendios.

Año tras año se repite la misma historia: arden los campos y nuestros montes, los gobernantes se comprometen a hacer lo posible para que hechos de tal dimensión no vuelvan a producirse, los ciudadanos nos lamentamos, los tertulianos echan humo por la boca, las páginas de los periódicos arden al calor de las llamas (llenas de análisis, gráficos, etc. que nos informan sobre el fuego desbocado que arrasa nuestro preciado patrimonio natural). Y ahí queda la cosa. Todo esa irritación, indignación, pena; todos esos sentimientos, se evaporan en no mucho más de lo que, arriesgando sus vidas, los magníficos profesionales de los distintos grupos de los Cuerpos Seguridad (bomberos, ejército,-) tardan en lograr controlar y apagar el fuego.

Si todos hablamos, pero nadie actúa, el año que viene, por estas mismas fechas, estaremos, de nuevo, lamentándonos por no haber hecho lo suficiente por evitar que pasara otra vez. Es imposible detener a todos los desalmados a los que se les ocurra coger un bidón de gasolina, regar el bosque, prenderle fuego, y destruir Dios sabe cuántos cientos o miles de hectáreas, pero también es cierto que se podrían hacer muchas cosas más de las que se hacen para evitar los incendios no provocados o para reducir el número y la gravedad de los provocados: labores de vigilancia, de mantenimiento y cuidado de los montes, endurecimiento de las penas para los delincuentes, campañas de concienciación, etc. Y es que, aunque pueda sonar a tópico, los incendios se evitan en otoño, en invierno, en primavera. Cuando llega el verano sólo queda conformarse con apagar los fuegos prendidos y contemplar como toda la vegetación que engalana nuestros montes queda reducida a un triste montón de ceniza.

Antonio Galván González **

Calzadilla de los Barros