Cuantos más días pasan y más hablo con otras personas, más me doy cuenta de que no hemos aprendido nada y que los sentimientos tienen más valor que los datos, porque éstos son interpretables a gusto de cada consumidor. Yo que creía que las matemáticas eran razonables aprendo a estas alturas que todo es tan relativo como ganas de discutir se tengan. Hasta los muertos se pueden contar a voluntad de acusado o acusador.

A lo mejor tiene que ver con el hecho de que no le debo nada a nadie, excepto a mi familia, y me siento con la suficiente libertad como para criticar a unos y a otros. Y es así, tan unos y otros como antes de la infame Guerra civil, tal y como nos querían algunos: tan polarizados, tan ciegos, tan vendidos a unas siglas. Bien entiendo que hay quien le debe su pan y el de los suyos a la fidelidad a un partido, a un equipo, a un sindicato o a un lobby cualquiera. Y el hambre es muy mala y lleva a hacer lo impensable por un sueldo o un cargo. Ésos no están ciegos, pero se ponen las gafas de ver de un solo color y respiran aliviados. Pero luego están los otros ciegos, los que nunca se han planteado pedir a los suyos ni la mitad de lo que le exigen a los de enfrente. Más inflexibles, más sectarios en su visión parcial del mundo, pero quizás menos prostituídos.

No vamos a salir de esto más unidos, ni de broma. De hecho, muchos ya no van a salir de esto. Y hoy me he hecho, por enésima vez, el propósito de no discutir de política con quienes me importan. Porque ninguno vamos a movernos ni un centímetro de nuestras posiciones, a no ser aquellos a los que las pérdidas, materiales o humanas, les descoloquen tanto la vida que cambien por rencor o por lógica. Y puede que ni por ésas. Así que un consejo no pedido: no discutan tampoco ustedes con quienes quieren. A menudo tener la razón no compensa. Anoten mentalmente todo, y cuando llegue el momento, actúen. Se lo debemos a esas 24.000 (?) personas con nombres y apellidos que muchos tratan de hacer pasar por inevitables. No hace falta ser epidemiólogo o estadista para saber que se han hecho muchas cosas mal. Y los experimentos, mejor con gaseosa.

* Periodista