TStoy a commuter . Viajo para ir al trabajo. Todas las mañanitas del curso bulle Cáceres de paradas de coches: frente al Gaona, junto al Extremadura, en la farmacia de Cánovas o en Olimpiada prologan los profes su jornada laboral con unos cuantos kilómetros de auto compartido. Durante años he gozado o padecido múltiples destinos. Hoy no hubiera dejado mi hogar y mis pequeñines al alba para volver arrastrando mi culpa de madrastrona al caer la tarde, como cuando iba a Don Benito sin autovía, pero entonces era joven, fuerte y sacrificada. De Alcántara guardo recuerdos sobre ruedas de chistes y amistad. La mayoría hemos viajado. Unos mucho, otros más. Ahora tardo menos en llegar a mi centro que tantos madrileños con tediosos ratos de autobús, metro, taxi o tren a sus espaldas. En veinticinco minutos estoy en el aula pese a los fosforescentes operarios que pintan la carretera, arreglan el firme, construyen inesperadas rotondas, alzan brazos o vigilan. ¿Que por qué les cuento todo esto? Porque en mi trayecto diario a Arroyo de la Luz, cuyo instituto atesora tanta calidad (y no lo digo porque trabaje yo en él --¡Dios me libre!-- sino porque lo atestigua el ayuntamiento que le ha concedido este año su preciada medalla) me amarga la vista el paraje horrendo entre los horrendos del antiguo matadero. Hoy estoy de enhorabuena porque dicen que pronto será un espacio glamouroso de fitness, shopping y demás lujos adecuados al ocio más exigente. Mas me debato entre el ¡ya era hora! y el ¡ya lo veremos! Porque soy quisquillosa y no sé cómo, muertas y enterradas las vacas gordas, en este momento difícil de penurias se acomete ese obrón que no se llevó a cabo en circunstancias más opulentas. Y resuenan en mi escéptica mente ecos lejanos de promesas rotas como Leclerc y el Corte Inglés o cercanos sueños 2016. Y solo pido que aunque no se alcance lo que suena en mis incrédulos oídos como algo faraónico, al menos desaparezca un lugar tan espantoso. Disculpen el desahogo pero hace mucho que Cáceres y mi vapuleado sentido estético lo merecen.