Los expertos siguen en su línea: decir una cosa y la contraria. El mayor representante de este descontrol en España es Fernando Simón, quien, a tener en cuenta sus numerosas contradicciones, no sabe aún para qué sirven (o no) las diversas mascarillas disponibles en el mercado.

Si subimos de nivel, el panorama tampoco resulta halagüeño. La OMS dice ahora que no está demostrado que el virus se contagie a través de los objetos, algo en lo que se había insistido durante meses.

Y luego están los expertos que afirman que a) el virus no va a sufrir retroceso por culpa del calor extremo y b) veremos un rebrote después del verano. ¿En qué quedamos? Si el calor no va a mitigar el potencial dañino del virus, ¿por qué el verano nos va a otorgar unos meses de relativa tranquilidad?

Abonando la ceremonia de la confusión, raro es el día en que no recibimos la noticia de una cura milagrosa que acaba con la Covid-19 como por arte de magia, sea con dióxido de cloro, la ozonoterapia en sangre o mediante un conjuro medieval. Y a quien no le gusten las (presuntas) buenas noticias, siempre podrá recrearse con las (presuntas) malas noticias, como, por ejemplo, la que difunde el biólogo Luc Montagnier, Premio Nobel de Medicina, apoyado a su vez en un controvertido estudio indio, según el cual el SARS-CoV-2 es un engendro de laboratorio que incorpora secuencias del sida.

La historia es más vieja que orinar de pie: cuantas menos certezas, más teorías y más charlatanería. Ahí están las trepanaciones para aliviar el dolor, las lobotomías para paliar las conductas obsesivas o la hoguera para castigar a personas con epilepsia.

El devenir de la humanidad es una batalla campal entre la sabiduría contrastada y el desconocimiento más creativo.

Mientras tanto, habrá que seguir extremando las precauciones, no por lo que digan los expertos, sino por lo que dice (con hechos) el puñetero virus.

* Escritor