La Reina doña Sofía recibió ayer la Cereza de Oro que le entregó el presidente de la Mancomunidad Félix Díaz. Un galardón que la reconoce como una amante del Valle y del espectáculo de la floración de sus cerezos.

Como se recordará, la Reina estuvo el año pasado en el Jerte. Fue una visita privada, se desplazó en su coche, y no pretendió con ello más que ver con sus propios ojos la flor del cerezo en su esplendor. Sofía fue al valle, por tanto, por el mismo motivo por el que se sienten atraídos miles de personas cada año: por la belleza indefinible del paisaje. No fue un acto institucional, ni siquiera formó parte de la agenda de la Reina, sino de la turista Sofía de Grecia que se tomó un día libre en sus quehaceres y viajó hasta el norte extremeño.

Por todo ello, torpe sería la Mancomunidad si no hubiera aprovechado esa visita turística de la soberana para reconocerle su afición al cerezo florido e invitarla a que, como Reina, volviese al Jerte. No se puede desaprovechar ninguna oportunidad para que una fiesta como la del Cerezo en Flor sea conocida en todos los rincones de España. Y nadie mejor que los Reyes para ser sus embajadores.