TAtmaba sobre todo a los cerezos. Un día de junio, y contemplando los cerezales, me desveló su secreto: "Los cerezos --dijo-- tienen tres cosechas: en primavera, de espuma; en verano, roja, intensa, voluptuosa, y en otoño, de colores, como los ojos del amor", "¿y en invierno?", "en invierno duermen". Habló de política y de las estériles cosechas de los últimos años. Me contó sus sueños. Me dijo que le gustaría tener una bicicleta y recorrer el mundo. Llegar a Castilla, y conocer los secretos del cereal. Quería conocer el mar, y lo quería conocer en Bermeo, donde aún se veneraba a los viejos arponeros. Después volvería a tierra dentro. Llegaría a La Rioja, y hablaría con los vendimiadores. Quería saber cómo podaban sus vides, cómo hacían el vino. En Aragón también hay cerezos, anhelaba verlos. Ver y sentir sus cerezas. En el Delta, en la Isla de Buda, en la Albufera, quería hablar con los campesinos del agua. Quería saber de los misterios del arroz. Cerró los ojos. Me habló de Miguel Hernández. Me llevó a Jaén, a los aceituneros altivos. Llegamos hasta Cádiz, y miró a América, pero a América no se podía llegar en bicicleta. Le hubiera gustado llegar a Vuelta Abajo. Quería saber del azúcar y el tabaco. Dejó de llover y acudimos al último cerezo. Es julio y Javi ya ha recogido las cerezas.

*Periodista