Mi intención es dar voz a un colectivo totalmente abandonado, sin derechos ni esperanzas, del que los políticos no se acuerdan, a pesar de su importancia en la economía española. Me refiero a las kellys. Yo no soy una de ellas, pero mi hija sí. Se me encoge el corazón cuando veo las condiciones en las que trabaja.

Todas sus jornadas son iguales: entra en un hotel de la Costa del Sol a las ocho de la mañana; prepara el carro con los productos de limpieza, sábanas, toallas... Desayuna en media hora. De nueve a once, limpieza de zonas comunes. Si termina antes, se va a la lavandería a doblar y a planchar. A las once coge su carro y se dirige a su planta, donde la esperan 30 habitaciones -tiene 180 minutos para 18 habitaciones y 12 salidas: cinco minutos por habitación y 10 minutos por salida. A las dos tiene una hora para comer, pero si no ha podido acabar la planta come en menos tiempo. Y acto seguido, a la lavandería a doblar y planchar y a cubrir emergencias en cualquier lugar hasta las cinco de la tarde. Así, cinco días a la semana, y gana 1.200 euros al mes.

¿Dónde están los sindicatos? ¿Y los políticos? Alzo la voz y les pido a esos políticos que se pasan el día entre debate y debate, eligiendo la mejor foto, ganando miles de euro: ustedes tienen una vida regalada, igual que nuestros empresarios, que cada vez son más ricos, mientras los derechos de los trabajadores son pisoteados. ¿No sienten vergüenza?