El Ayuntamiento de Badajoz tomó la semana pasada la decisión de cerrar la biblioteca de la barriada del Cerro de Reyes después de que el bibliotecario fuera agredido por un grupo de gamberros, a los que recriminó que molestasen a los usuarios de la misma. Era la segunda agresión que sufría. Que no se trata de un destino laboral fácil lo pone de manifiesto no solo lo ocurrido a este bibliotecario, sino también que su predecesora sufrió igualmente la tensión de un trabajo en un medio tan hostil.

Sin embargo, el Ayuntamiento nunca debió tomar la decisión que ha tomado, y debió defender la biblioteca aunque fuera con presencia policial permanente. No solo por el perjuicio causado a los usuarios, sino porque al cerrar la biblioteca se ha plegado a las exigencias de los delincuentes, lo cual es inaceptable en un Estado de derecho. La responsabilidad, sin embargo, no se limita al Ayuntamiento: las bibliotecas las abre la administración correspondiente, pero las mantienen abiertas los ciudadanos: si no hubiera gente que la utiliza, no serviría de nada que estuviera abierta porque en realidad es como si estuviera cerrada. El drama de Badajoz es que ningún colectivo parece estar dispuesto a defender la biblioteca de los bárbaros, y la asociación vecinal y la oposición política se han limitado a criticar la actuación del equipo de gobierno. Y los escritores han dejado sus compromisos para mejor ocasión.