Sabemos que la mayor parte del agua del planeta está en forma de mares y océanos. Tan sólo el 3% del total es agua dulce y un 1% de ésta se encuentra en estado líquido formando ríos y lagos. El 2% restante aparece en forma de masas de hielo, glaciares e icebergs en las latitudes próximas a los polos. Sin embargo, no toda el agua dulce está disponible para el consumo humano, pues de ella depende, también, la pervivencia de los ecosistemas terrestres y acuáticos y de las especies que viven en ellos: el agua es la base fundamental del mantenimiento, desarrollo y evolución de los ecosistemas.

Un efecto directo del cambio climático será la pérdida de una parte importante de la reserva de agua dulce del planeta. El incremento de las temperaturas provocará el aumento de la evaporación, la reducción de los glaciares de las grandes cordilleras y la eliminación de amplias masas de hielo ártico y antártico. Con toda probabilidad desaparecerán grandes extensiones de bosques, éstos últimos captadores de la humedad ambiental que se transforma en lluvia y llega así al subsuelo y a los ríos. Quizás el caso más paradigmático sea el de las selvas tropical y subtropical: la presión antrópica a la que se las somete actualmente, en áreas geográficas de Brasil, El Congo o Papúa-Nueva Guinea, provoca la desaparición de hectáreas y hectáreas de selva reduciendo así su papel de regulador hidrológico del planeta.

XEN EUROPAx, ocho países padecen, actualmente, estrés hídrico: Alemania, Reino Unido (Inglaterra y Gales), Italia, Malta, Bélgica, España, Bulgaria y Chipre, que, en conjunto, representan el 46% de la población europea.

En España, el desarrollo económico y la expansión urbana, junto con el consumo de agua para uso agrícola (alrededor del 76% de la captación total), son factores que ejercen fuertes presiones sobre los recursos hídricos. En una buena parte de nuestro país el balance es claramente deficitario y lo será, aún más, por efecto de la evaporación provocada por el aumento previsto de la temperatura. Los requerimientos para consumo humano superan ya, hoy, la oferta de agua en algunas comunidades.

Para quien todavía no se haya dado cuenta de ello, algunos territorios se mueven ya en balances hídricos de subsistencia. En algunas comunidades autónomas la situación es especialmente grave: es el caso de Valencia y Murcia, donde el modelo de desarrollo urbanístico obvia deliberadamente la necesidad de analizar la disponibilidad de agua antes de plantear un nuevo plan de desarrollo residencial o de ocio.

Demasiado frecuentemente, dicho modelo deja al margen los desequilibrios ambientales y plantea, sobre una más que hipotética demanda de turismo residencial, un uso no sostenible de los recursos hídricos disponibles. Incluso, en ocasiones, agravado con un comercio ilícito de los usos del agua.

Más allá de las políticas públicas a largo plazo es necesario un compromiso colectivo para cerrar el grifo también en verano: debemos reducir el consumo de agua en las zonas más afectadas por la sequía, no perder parte de ella con sistemas de riego por aspersión (en horas de máxima insolación), utilizar sistemas de goteo y no de inundación y, sin duda, fomentar la reutilización. También, indudablemente, minimizar el consumo de agua potable en fuentes ornamentales, riego de parques y jardines y limpieza de calles. Como ciudadanos y ciudadanas responsables debemos controlar nuestro consumo doméstico y conseguir, así, el efecto positivo de la reducción de la demanda.

España, típico país mediterráneo de veranos e inviernos secos, trata de abandonar como solución a la falta de agua el trasvase de recursos hídricos entre cuencas hidrográficas. Ahora bien, frente al problema de la escasez, es importante no caer en el espejismo de la disponibilidad de agua por desalación como solución definitiva. Es, sin duda, una buena alternativa en áreas de desarrollo turístico sostenible, pero se trata de un sistema que, si bien, puede resolver las situaciones críticas, no es la panacea si la demanda crece de manera exponencial. Más que nunca es necesario ahorrar agua pues se trata de un recurso natural limitado.

Se impone pues una nueva cultura del agua para equilibrar el balance y gestionar la oferta de manera sostenible. Otorguemos sin dudar el auténtico valor que se merece a cada gota de agua.

*Profesor de Riesgos Mediambientales Escuela de Prevención y Seguridad

Integral (UAB)