En la lengua común que comparten España y Cuba hay un refrán que dice que de buen nacido es ser agradecido. El agradecimiento es lo que podía esperarse de las autoridades cubanas después de que el ministro español de Asuntos Exteriores pusiera todo su empeño en aligerar la política española con relación a la isla y hacer esta apertura extensiva a la UE, en un momento en que una Cuba postrada por la penuria económica necesita abrirse al exterior. Por el contrario, La Habana ha aprovechado el inicio de la presidencia española de la UE para denegar la entrada al eurodiputado socialista Luis Yáñez, poniendo así en entredicho la política de diálogo de Madrid. Desde 1996, las relaciones de la UE con Cuba se rigen por la llamada posición común que condiciona la mejora de relaciones a la apertura democrática y al respeto de los derechos humanos. España, por obvias razones históricas, es el país mejor situado para dialogar con Cuba. En los dos últimos años, la política de Zapatero ha sido la de modificar la posición europea en un sentido menos restrictivo. Sin embargo, en el camino ha encontrado la resistencia al cambio de muchos países de la UE que no están dispuestos a cerrar los ojos ante las violaciones de los derechos humanos que se repiten bajo el régimen de los hermanos Castro y ante la falta de cualquier proyecto mínimamente democrático. La cerrazón y la cortedad de miras de las autoridades cubanas al prohibir la entrada del eurodiputado español dan la razón a aquellos países y plantean el primer quebradero de cabeza a la presidencia española de la UE.