WLw a escritora catalana Ana María Matute recibió ayer el Premio Cervantes con un discurso corto y emotivo en el que repasó su trayectoria y en el que, por encima de todo, se refirió a la literatura como el motor de su vida. "El que no inventa, no vive", dijo al principio, y acabó su intervención con esta defensa intensa de la imaginación: "Si en algún momento tropiezan con una historia, o con alguna de las criaturas que transmiten mis libros, por favor créanselas. Créanselas porque me las he inventado". Ella misma recalcó que en la literatura, "como en la vida", se entra "con dolor y lágrimas", un perfecto resumen de su obra, que se nutre de la gran capacidad de fabulación y de las circunstancias históricas que envolvieron a la niña apocada, en plena guerra civil, que se encerraba en el armario para construir un mundo propio. El mundo de Ana María Matute responde a esta llamada siempre presente de la infancia (en sus piezas para adultos y en sus incursiones en la literatura infantil y juvenil). La magia, la fantasía, la necesidad de establecer contacto con el exterior y, al mismo tiempo, la pulsión por evadirse: detalles, características, aspectos de su ingente producción que tuvo su mayor éxito mediático con ´Olvidado rey Gudú´, su retorno (en 1996) a la actualidad literaria después de 20 años de silencio. La tercera mujer merecedora del premio es, después de María Zambrano y Dulce María Loynaz, la primera narradora que obtiene tan alto galardón. Todo un elogio a una devoción, a una manera de vivir, de transmitir sabiduría y belleza con su prosa.