Llevaba Caperucita en su cesta un teléfono con el que contactar rápidamente con la policía experta en violencia doméstica. Tenía dos policías a su espalda cada vez que iba a la casa de la abuelita y un guardabosque vigilaba toda rama que se movía. El maltratador lobo contaba con una orden de alejamiento de 800 metros, además de pérdida de vivienda y familia, por lo que su furia iba en aumento. Un mal día en el que los policías se despistaron y el teléfono se quedó sin batería, el atento y perseguidor lobo ¡atacó! Se tragó a Caperucita con cesta incluida. Moraleja: ¡Si la ley superprotege a las víctimas y se olvida de que hay un maltratador, despojado y enfurecido, al que todos los días los medios de comunicación dan un inmerecido protagonismo así como una mala idea, "la violencia doméstica no tendrá solución"! MARIA ZARZA RUIZ Cáceres