El propósito del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, de nacionalizar la filial del Banco Santander en su país, en plena crisis financiera internacional y con el precio del petróleo estancado por debajo de los 50 dólares el barril, abre varias incógnitas. La primera, relativa al papel que quiere asignar el socialismo bolivariano a las inversiones extranjeras. La segunda, referida a la seguridad jurídica y material de esas inversiones. La tercera, relacionada con la viabilidad del modelo chavista, incapaz de ir más allá de la economía subvencionada y la asistencia social.

La "bola de billetes" que quiere rescatar Chávez con la nacionalización dice más de las dificultades recaudatorias por las que pasa el presidente para atender su programa de ayudas que de los objetivos del programa mismo. La jerga empleada para justificar la operación pretende más halagar los oídos del auditorio que afrontar las dificultades de una nacionalización a la que Venezuela tiene derecho, en uso de su soberanía, pero que plantea no pocas dificultades: fijar el justiprecio para resarcir a los actuales propietarios, garantizar los depósitos de los clientes y asegurar la viabilidad futura del banco.

De momento, nada se sabe de todo esto. Por el contrario, domina la impresión de que Chávez, reforzado en su nacionalista socializante después de asegurarse mediante referendo que puede optar a la reelección cuantas veces quiera, ha decidido la huida hacia adelante a la espera de que vuelven los días del petróleo caro. Un riesgo enorme porque lo que Venezuela precisa es desarrollar la economía productiva en vez de fiarlo todo al precio del crudo.