Los chinos han cortado por lo insano el suministros de adopciones. Y si no que pregunten a mi adorada y admirada colega Soledad , pintora naif, que colecciona kilos y profesa un amor sempiterno a Amancio Linares , un encuadernador que llegó a estar en al cárcel seis meses cuando tenía diecinueve años por robar el coche de un juez y por su mala cabeza. Bien sabe Dios que aquellos seis meses carcelarios le vinieron muy bien al joven calavera Amancio, porque entre rejas aprendió un oficio que no hubiera aprendido en extramuros, y al que ha aplicado sus cinco sentidos hasta el límite de llegar a ser un verdadero prodigio de la encuadernación al que llueven encargos de excelsos amantes de la artesanía librera. Son suficientes los ingresos económicos de la pareja de artistas cuarentones, y sobrados sus años de convivencia cordial, entregada mutuamente a asuntos cariñosos, aunque no están casados, para optar a la adopción de una niña china que necesite padres que quieran darle todo el amor del mundo. Pero hete aquí que hace mucho tiempo un Renault 12 blanco reluciente tuvo que llamar la atención de Amancio y este accedió a darse un paseíto dentro del berlina hasta chirona, y con ello, maldita la hora que robó el buga, se vio señalado para siempre e inscrito en la lista negra de los proscritos. Como si cualquiera no pudiera dar un tropiezo en la vida. Aunque hete aquí que lo peor va a ser que dicen los chinos que las gorditas como Soledad no pueden ser madres cariñosas porque en vez de abrazar al niño lo estrujan con sus carnes. Así pues esta estupenda pareja ha sido descartada como aspirante a padres adoptivos de niños chinos.

Los chinos han llegado a la determinación de no dar niños en adopción a personas con antecedentes penales --en la mayoría de los casos--, obesidad mórbida o que no estén casados, entre otras condiciones. Pero ojo, que muchas veces las apariencias engañan y entre los padres elegidos como idóneos se puede infiltrar un ladrón de guante blanco sin fichar, una flaca tirana o un casado arrepentido obligado a guardar las formas. Y es que el hábito no hace al monje, aunque algunos quieran demostrar lo contrario.

*Pintor