Resulta totalmente increíble la ceguera de los nuevos dirigentes nacionales del PP en una estrategia que les ha llevado al desastre, como criticable la sordina o el silencio de otros responsables de ese partido que no avisaban, o no consta, del naufragio al que se dirigían, advertido por muchedumbre de analistas, por intentar parecerse a la extrema derecha tras ese pánico que Casado y los suyos sintieron una vez celebradas las elecciones andaluzas, y esa falta de confianza y reflexión ante el alcance y características del fenómeno Vox.

Pero ya no se sabe si es más errónea esa actitud, que les ha puesto a Ciudadanos con el aliento y el cogote, y a punto de sobrepasarlos, o la desfachatez escandalosa con la que Pablo Casado, después de haber ofrecido ministerios a los de Abascal y ponerse prácticamente a su disposición, llama al día siguiente a los verdes fosforito partido de «extrema derecha».

Si algo han demostrado las urnas del 28A, tras lo ocurrido en los últimos meses y de forma concentrada en la campaña electoral, es que el votante está cansado, y hace pagar, las mentiras, exageraciones, insultos, deformaciones, interpretaciones sesgadas más o menos felices, y descalificaciones antidemocráticas, en las que cayeron los partidos de la derecha, tensando al país hasta sucesos desgraciados y que podrían haber ido a más, y cuya factura han pagado claramente PP y Vox.

Nadie puede presentarse sanamente a recuperar su electorado diciendo ayer blanco y hoy negro. Los virajes verbales o estratégicos, como el que el desastre obliga a los populares, requieren su tiempo, protocolo, su liturgia. Y empiezan por reconocer un error que Casado no ha admitido, aunque sí han hecho otros dirigentes del partido al subrayar que de forma suicida renunciaron a un electorado de centro derecha para recuperar a otro más extremista e irremediablemente perdido.

La incoherencia entre palabras y hechos, la claudicación en Andalucía, y ofrecida en el resto de España, a los hijos de la extrema derecha emancipados, se ha pagado cara en las urnas y exigirá al PP una nueva peregrinación en busca del centro, pero las buenas peregrinaciones no se hacen, o no surten el mismo efecto exculpatorio, haciendo un viaje cómodo y rápido Madrid-Santiago en avión para postrarse ante el apóstol, que calzándose unas botas y caminando mientras se reflexiona y hace lavado de conciencia, poco a poco, en un proceso, para finalmente presentarse limpio y nuevo en la plaza del Obradoiro.

No se puede uno girar en un ladrillo 180 grados, políticamente hablando, como si fuera un chotis, máxime cuanto dirigentes tan aparentemente prometedores y avezados --también se ha llevado su rapapolvo el 28A-- como Núñez Feijoo achacan la derrota histórica en parte a una ‘alianza’ o ‘pinza’ de PSOE y Vox para acabar con los populares.

La extrema derecha también se llevó una buena zurra, ve posible un techo de cristal que apenas rebase un 10% de votos, y en Extremadura se llevó un escaño por Badajoz de forma mucho más apurada a lo previsto, por un margen de 6.000 votos sobre el PP. Una fuerza a la que se le ha ido la ídem por la boca, y exigido a Casado una rectificación por llamarles de extrema derecha, pero que en Andalucía ha votado obedientemente la reforma fiscal promovida por el presidente de la comunidad Juanma Moreno. Todo un farol.

Ciudadanos se salvó de la quema del pago por los insultos y exageraciones -felón, traidor a Sánchez, sostener un pacto con los indepes catalanes que sin embargo tumbaron los presupuestos del Gobierno socialista-, y el exultante Rivera que cree en sobrepasar al PP pero no se acuerda de lo ocurrido con el mismo intento de Podemos sobre PSOE, parece un poco pasado de rosca en esa euforia que ya veremos, máxime cuando cualquier electorado huye de triunfalismos.

El líder regional de Cs acaba de decir que en Extremadura ya han desbancado al Partido Popular, en otra exageración de las que se han pagado en urnas, y ahora van por Vara. Pero eso sí, Ciudadanos se beneficia de un factor de novedad, de juventud, de candidatos desconocidos, lo que a veces es una ventaja, si bien habrá que ver cómo funciona en autonómicas el relativo desconocimiento de su candidato, y sobre todo en las municipales.