Esta mañana, un motorista, en una maniobra irrespetuosa, ha derribado a un muchacho en bici y, para su asombro, además de los insultos e imprecaciones del joven caído, por la retaguardia se ha sumado una señora de más de 50 años que ha prolongado la discusión incluso después de que el joven se hubiera marchado- Esa "loca" era yo. Tengo más de 50 años y un fuerte vinculo emocional con mi fémur, y me he incorporado, por convicción y porque tengo una profesión muy sedentaria, al variopinto batallón de ciclistas de la ciudad. Me he asombrado al oír al motorista: "Es que hacéis lo que queréis". Si no fuera porque había un chico en el suelo, habría sido para echarse a reír al escuchar las mismas quejas que profieren tradicionalmente los automovilistas respecto a las motos...

Somos el último escalón en un ejercicio de ciudadanía y de cultura que nos ha permitido pasar de las leyes naturales donde el fuerte se come al débil al intento de regular con leyes la convivencia. Aunque más allá de eso, en esta ciudad donde tanto coches como motos, tanto taxistas como ciclistas, en ocasiones no somos tan rigurosos como deberíamos con las normas de circulación, me gustaría recordar unas palabras de Aristóteles: "Un Estado es gobernado mejor por un hombre bueno que por una buena ley". Así que apelo a los conductores para que recuerden que sobre la frágil bicicleta que les molesta y a la que avasallan circula alguien delicado, que puede romperse si lo tratan sin cuidado, y les pido que lo cuiden más allá de la ley, como lo haría un hombre bueno, porque a veces todos circulamos mal, pero procuremos no hacernos daño.