XExn este mes de febrero, en 1906, se constituyó en el cacereño Palacio de Mayoralgo, domicilio entonces del conde de Canilleros --quien fue su primer presidente-- la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Cáceres. Ese mismo edificio es actualmente la sede social de la Caja de Extremadura, heredera directa de aquélla, que tomó este nuevo nombre comprensivo de una realidad más amplia en 1990, tras la fusión con la Caja de Ahorros de Plasencia.

Aquellos próceres que constituyeron la Caja originaria trataban de dar respuesta, desde una perspectiva católica y regeneracionista propia de la época a los problemas sociales que las carencias económicas causaban en amplias capas de población.

En un contexto de crisis nacional (el desastre del 98 acababa de suceder y el pesimismo imperaba en el país) estos hombres intentaron y consiguieron poner en marcha un instrumento financiero en Extremadura, bien que tardíamente en comparación con otros territorios españoles, donde la fuerza del mutualismo y de las burguesías industriales incipientes tomaron iniciativas similares en las décadas anteriores, que tras muchos avatares derivados de la convulsa historia política de España en el pasado siglo, se configuró como la herramienta más importante para evitar la exclusión económica, y por tanto social, de capas de población que de otra forma habrían estado en manos de la usura y el trueque.

El papel de las Cajas en la formación de capitales que permitieran la inversión y los avances sociales en su entorno es algo que está demostrado en toda España y que en el caso extremeño tuvo unos ritmos y una intensidad diferentes debido al carácter subsidiario que Extremadura entera tuvo en la Dictadura con respecto a España, con los coeficientes obligatorios y otras prácticas, que frenaron el papel dinamizador que las Cajas, en general, tuvieron.

Con las reformas del sistema político hacia la democracia (Transición, Constitución, autonomías) y del sistema económico (Pactos de la Moncloa, LOFCA, etcétera) el marco regulador de las cajas varía y el sistema financiero español en su conjunto adquiere una dinámica y unas dimensiones que, de alguna manera, provocan dificultades de adaptación a algunas de las cajas menores. Así, en 1990, las Cajas de Cáceres y las de Plasencia deciden fusionarse, en una operación que además de posibilitar su permanencia supuso un formidable impulso para la entidad que profesionalmente dirigida y con objetivos sociales bien definidos, la han convertido en la principal entidad financiera de Extremadura.

El hecho de que el Palacio de Mayoralgo fuera adquirido y rehabilitado por la propia entidad después de los destrozos de la guerra, recuperando un patrimonio para la ciudad y la propia región, no deja de ser un buen símbolo de la continuidad del esfuerzo y del compromiso y la preocupación por Extremadura que la entidad y sus trabajadores y órganos de gobierno siempre han tenido.

Podríamos preguntarnos: 100 años: ¿Y ahora, qué? Aquellos próceres supieron sobreponerse a las dificultades de su época y crear un instrumento útil para la sociedad extremeña. Los cambios en el papel del Estado en cuanto a la previsión y la seguridad social, iniciados en los treinta y continuados en las décadas posteriores, han vaciado de sentido alguna de las ideas iniciales que inspiraban a las cajas. La exclusión social, en cambio, sigue siendo un problema en las zonas rurales y, más allá, en las zonas alejadas de los grandes centros de decisión administrativa o industrial. La globalización ha hecho que el concepto de rural adquiera nuevas significaciones. Los nuevos fenómenos económicos implicados en la vertebración territorial de España y las tensiones que comporta, están generando un riesgo de exclusión territorial : la concentración del poder económico en ciertas regiones es tan intensa que otras, entre ellas Extremadura, podría volver a adquirir de facto un carácter subsidiario e irrelevante para la economía nacional.

La fortísima competencia de la banca y de otras cajas que no tienen, desde luego, las finalidades sociales de las nuestras, y que no van a instalarse en nuestros pueblos más pequeños, es un factor que debe ser tenido muy en cuenta en los próximos años.

¿Podrá emerger un sistema financiero extremeño que pueda resistir y contraatacar en este entorno tan complicado? ¿Un sistema con entidades que tengan el músculo financiero suficiente que permita contribuir de forma eficiente al desarrollo de Extremadura y de los extremeños y que tenga la solvencia y el crédito nacional e internacional para captar capitales que contribuyan a ese objeto? ¿Que tenga una implantación territorial homogénea en una Extremadura que tiene que ser una , si quiere ser, y que tenga capacidad para implantarse allá donde haya un número suficiente de extremeños?

Desde mi punto de vista, y espero que desde el punto de vista de la mayoría, la respuesta positiva a estas preguntas pasa por una fusión inteligente y generosa de las Cajas de Ahorros de la región. Para este próximo siglo, mantenerse divididos sería negativo. Ojalá estemos a la altura de los tiempos.

*Sociólogo. Vocal de la Comisiónde Control de Caja Extremadura