Los científicos no vienen, se van. Se van a donde pueden investigar, donde les dan los medios necesarios. No es un problema de bajos sueldos, ni siquiera de seguridad; es un problema de recursos, de equipos, de valoración, de inteligencia, de proyectos, de objetivos, de carrera profesional. La ciencia española no mejora su nivel a pesar de que nos venden --con razón-- que el cambio de modelo económico pasa, queramos o no, por la inversión en I+D+i.

Josep Baselga , uno de nuestros oncólogos con mayor reconocimiento internacional, acaba de ser fichado por el hospital General de Massachussets (adscrito a la Universidad de Harvard), en Estados Unidos, para que dirija la División de Oncología y aplique allí lo que venía haciendo en el hospital Vall de Hebrón de Barcelona. Otro que se va. La nómina de científicos españoles en Estados Unidos es muy grande y la vulnerabilidad de la ciencia en España sigue siendo tan alta que no sólo no conseguimos traer a cerebros emigrados, sino que seguimos facilitando la fuga, por arriba --con los que ya han demostrado que son capaces de investigar incluso en la penuria-- como por abajo, donde los que salen del suelo patrio acreditan su competencia y preparación sin mayores problemas.

Aquí, la investigación es pública o prácticamente no es. Se hace en las universidades públicas y en algunos centros de investigación --algunos excelentes, otros más que decimonónicos-- donde la burocracia y la casi obligación de compartir docencia e investigación impiden la competencia real con los que van delante. La ministra Garmendia fue recibida hace dos años con expectación. Hoy prácticamente ha perdido el crédito dentro, en el Gobierno, donde ha sido ninguneada, y fuera, donde ya nadie se la cree. El recorte en los Presupuestos de investigación para 2010 no nos lleva al futuro, como se había prometido, sino al pasado. En investigación, como en casi todo, no avanzar es retroceder.

Los investigadores se acaban de manifestar en Madrid para denunciar que las leyes para mejorar la I+D siempre son segundo plato y que el pacto por la Ciencia y la Investigación --otro más-- también es imposible. A los líderes políticos se les llena la boca con la investigación, pero ninguno cree de verdad en que esa es la llave del futuro. En cuanto que hay que recortar, lo hacen siempre del mismo saco. Estamos lejos de Europa y no tenemos una carrera científica ni incentivos que permitan que los jóvenes con talento que quieren ser investigadores, los tenemos a miles, tengan la más mínima estabilidad. En la nueva Ley de Ciencia, --que tal vez ni siquiera llegue al Parlamento si, como algunos desean, otros temen y la mayor parte espera, la ministra cae en la próxima crisis-- no se da uno de los pasos necesarios: la configuración de una carrera científica no funcionarial. Los contratos laborales sólo serán para aquellos centros que se nutran de fondos públicos. Mientras los investigadores sean funcionarios sin futuro, y nadie apueste por la ciencia, la mayor parte, los que puedan se marcharán para no volver. Como Baselga.